El exorcismo de William Friedkin, un director endemoniado por su talento
El documental de producción propia «Friedkin sin censuras» se estrena en TCM este ábado a las 22.00 horas
![William Friedkin en el rodaje de «El exorcista»](https://s1.abcstatics.com/media/play/2019/06/01/exorcista-kwRH--1248x698@abc.jpg)
William Friedkin rueda en una sola toma, porque en la vida no hay segundas oportunidades y hace las películas para su tío, un charcutero de Chicago, la única forma de tomarle «el pulso a América». En su despacho hay libros de exorcismos y fotografías con Jeanne Moreau , la actriz francesa que Truffaut dirigió en «Jules et Jim», y con la que estuvo casado. También el certificado del único Oscar de su carrera, el que obtuvo por «The French Connection: Contra el imperio de la droga» y esa persecución real, sin efectos especiales, digna de una película de Buster Keaton. «No nos matamos rodando esa escena gracias a Dios. No contábamos con ningún permiso de la ciudad para grabar todo aquello y ni siquiera teníamos extras. Fue algo estúpido, pero, por suerte, no ocurrió nada», llegó a decir el director.
![La persecución de «The French Connection»](/media/play/2019/06/01/f-kwRH--231x130@abc.png)
Como a tantos otros del Nuevo Hollywood, «Ciudadano Kane» le cambió la vida, pero ni el magnate de Orson Welles supera, para él, a Hitler y Jesucristo. «Uno llevó a una raza a los infiernos, el otro elevó al cielo el espíritu de la gente», dice en «Friedkin sin censuras» , un documental de producción propia que TCM estrena mañana a las 22.00 horas. «Hay oscuridad en mi alma, una profunda oscuridad que me acompaña en cada momento de vigilia», justifica el director, que ve en la humanidad esa lucha constante por que la bondad supere el lado oscuro.
Un pulso entre el bien y el mal que el cineasta reflejó en «El exorcista» , la única película que la madre de Tarantino le prohibió ir a ver al cine . «Creo que el motivo de que la película tuviera tanto éxito y asustara a tanta gente es que comienza en un nivel muy realista. El público conecta con los personajes y, paso a paso, sucede algo que hace que la gente entre en la oscuridad y que cuando llega algo increíble, se lo crea», comenta en el largometraje Ellen Burstyn, protagonista del filme que inauguró la moda de cintas con temática demoniaca.
![La entrada de Max Von Sydow en «El exorcista»](/media/play/2019/06/01/10788766-kwRH--660x372@abc.jpg)
«Yo hubiera intentado abordar el mal a través de la metáfora, dado que es parte de la vida. Billy no lo hizo así. Fue directo, no se anduvo por las ramas. Lo muestra, una y otra vez, de la forma más directa posible », analiza en el documental Coppola, uno de los expertos que hacen una retrospectiva por su filmografía. No se cohibe Friedkin en hacer girar de forma sobrenatural la cabeza de una Linda Blair irreconocible con el maquillaje, ni tampoco hacerla bajar por las escaleras del revés, en una escena que ha pasado a los anales de la historia del cine.
Un papel, el de la niña poseída, que, por cierto, obtuvo de forma poco convencional la joven Blair, que ni está muerta ni maldita , como se especuló después de la película, pero sí tenía solo doce años cuando arrancó el rodaje. Cuenta Peter Biskind en «Moteros tranquilos, toros salvajes» que Friedkin, para cerciorarse de que la niña podía manejar los aspectos más escabrosos del papel, le preguntó:
–«¿Has leído El exorcista?»
–«Sí».
–«¿De qué trata?»
–«De una niña poseída por el diablo que hace un montón de cosas feas».
–«¿Qué clase de cosas feas?»
–«Tira a un hombre por la ventana y se masturba con un crucifijo y…»
–«¿Y eso qué significa?»
–«¿Masturbarse? Pues algo así como hacerse una paja, ¿no?»
–«Sí. ¿Y tú sabes qué se siente?»
–«Sí, claro».
–«¿Lo haces?»
–«Sí. ¿Tú no?»
Y Linda Blair se convirtió en Regan.
Pero Friedkin es mucho más que una cinta sobre la posesión demoniaca. Ni su talento para dirigir el filme de terror por antonomasia, ni su extraña y obsesiva relación con su madre, a la que le compró una casa en Los Ángeles que sus amigos llamaban, burlándose, Bates Motel, pueden solapar sus múltiples facetas.
Friedkin, decía, es mucho más que «El exorcista». Es también «Carga maldita» , una versión de «El salario del miedo», de Henri Georges Clouzot, que se rodó sin efectos especiales. «Era todo de verdad. En esa época, si querías mostrar algo extraordinario debías hacer algo extraordinario. Y fotografiarlo», dijo Coppola, que hizo lo mismo en «Apocalypse Now». También fue Friedkin quien sacó a Matthew McConaughey de las comedias románticas con «Killer Joe», sádica comedia en la que se quitó los pantalones para hacer sentir cómoda a Juno Temple durante su desnudo. Un cineasta poco convencional que fichó a los españoles Paco Rabal y Fernando Rey para sus películas, e incluso dirigió la ópera «Aida», de Giusseppe Verdi.
![Una de las míticas escenas de «Carga maldita»](/media/play/2019/06/01/450_1000-kwRH--660x372@abc.jpg)
Ya lo dijo Coppola, y es que «hacer una buena película sin riesgo es como decir que puedes hacer un bebé sin sexo. Fue Friedkin quien llevó a Michael Shannon al límite en «Bug», y que se atrevió a filmar una de las escenas más sórdidas en «A la caza», que obtuvo calificación R a pesar de eliminar fotogramas que incluían contenido sexual explícito, grabados gracias a Matty el Caballo, un conocido jefe de la Mafia: «La imaginería quizás no sea tan explícita como el porno gay pero sí más dura que las películas de porno gay de finales de los setenta», cuenta Tarantino en «Friedkin sin censuras», por el que desfilan colegas de profesión y actores a los que ha dirigido.
William Friedkin es ese hombre que, después de ganar cinco premios Oscar por «The French Connection», fue por primera y única vez en su vida al psiquiatra : «Me sentía profundamente infeliz. Le dije que había ganado un Oscar y que creía que no lo merecía». Y también ese iconoclasta que rumió con rencor un reproche de Alfred Hitchcock durante años y cuando pudo se lo echó en cara. cuando trabajaba a sus órdenes en televisión («Alfred Hitchcock presenta»), el director de «Psicosis» solo se dirigió a él para decirle: «Señor Friedkin, no lleva usted corbata». Seis años después, ya como reputado director, tropezó con el realizador británico después de que el sindicato de directores coronara «Contra el imperio de la droga». Friedkin se acercó a la mesa del gran hombre –recuerda Biskind– le pasó la pajarita por las narices y le dijo: «¿Qué te parece la corbata, Hitch?» . Por supuesto, Hitchcok no recordaba el incidente, pero Friedkin nunca olvidaba —ni perdonaba— un desaire.
Mucho más que «El exorcista», y un cineasta de raza que no se retirará nunca: «Significaría que estoy muerto».
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