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Manuel Martín Cuenca

«Hay un desprecio por las mujeres que no pueden ser madres»

El cineasta dirige ‘La hija’, que aborda el dilema moral de la gestación subrogada

Irene Virgüez en 'La hija'
Lucía M. Cabanelas

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Como John Ford, Manuel Martín Cuenca prefiere los silencios a los diálogos. «Me parece más interesante lo que se dice sin decir y lo que puede transmitir el cuerpo de los actores. Muchas veces la explicación banaliza lo que estás contando», admite el director, que aborda la maternidad desde un dilema moral y a golpe de thriller en ‘La hija’.

Como el cineasta del parche, el realizador almeriense inscribe su película en un lugar, pero cambia la silueta de Monument Valley por la soledad del parque natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas, que sucumbe a la erosión de las estaciones del mismo modo que se van deteriorando los personajes. De «manera inconsciente y orgánica», el paisaje se convierte en un elemento más de la historia, cuenta, «porque la naturaleza está viva, como esa madre que está embarazada».

Gutiérrez, Martín Cuenca y López Arnaiz

Se refiere a la adolescente a la que interpreta Irene Virgüez, una chica de catorce años a la que la vida le da un regalo que no ha pedido. Sí lo quiere el personaje de Patricia López Arnaiz , yerma también sin quererlo. El nexo es Javier Gutiérrez, «maestro» de adolescentes en un centro de menores y el que propone un «pacto de cristal» que empieza siendo consentido y termina resquebrajándose. « La maternidad es un tema primordial, es un superpoder , es dar vida. Como es común a nuestra especie, no nos damos cuenta del poder de una mujer de parir a otro ser», explica el director, que confronta «cómo lo viven y lo sufren las dos mujeres».

También los hombres, como el personaje de Gutiérrez, que representa la frustración de no poder ser padre. Del actor, ganador de dos premios Goya, le gusta esa capacidad que tiene para «transmitir ambigüedad» que hace que se «legitime la atrocidad que luego cometen»; de Patricia López Arnaiz, en cambio, «su fuerza, su corazón, la capacidad de desnudar las tripas y entregarse» . «Nunca había saltado a límites tan oscuros», admite la actriz, acostumbrada a dar vida, sin embargo, a mujeres con carácter.

El estigma de no ser madre

Con la pureza de sus tomas, las que le «pinchan el estómago», no se le escapa a la película bordear el precipicio de la polémica, consciente de que «no ser madre siempre ha sido estigmatizado por la sociedad» . «Una mujer que no quiere tener hijos está juzgada, la lógica del capitalismo deja de ser útil; una mujer que no puede tener hijos es aún peor. Hay un desprecio por las mujeres que no pueden ser madres», sostiene. Otra mirada infunde el tema en López Arnaiz, para quien, eso sí, «hay una idea de la maternidad que es muy simplista y se juzga mucho a las madres: qué es ser buena madre y qué es ser mala». A pesar de las «sombras» que rodean al concepto, la intérprete, que no ha tenido hijos, no se ha sentido señalada. «Personalmente, no he sentido esa presión, no soy madre y no la he sentido », cuenta.

Al contrario que John Ford, de quien decían que siempre sabía dónde poner la cámara, Manuel Martín Cuenca entiende el cine como «un acto de magia, un ritual» y cree que «eso de que hay solo un lugar en el que colocarla es mentira». «Para mí no existe un plan intelectual de cómo debe ser la película, es un proceso de búsqueda y, en ese encuentro, van surgiendo tomas que de repente me conmueven y a partir de ahí construyo la película».

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