Tim Burton: «Nunca le tuve miedo a los monstruos, es la gente a la que temo»
El cineasta cede 200 bocetos originales a ‘Tim Burton, el laberinto’, una muestra inmersiva que acoge Madrid a partir del 29 de septiembre

Dicen que lo que aprendes de niño no se olvida nunca. Tim Burton hizo de su necesidad virtud, y aprovechó la soledad de su infancia para llenar con la fantasía una realidad repleta de carencias. Descubrió que lo diferente no es malo sino distinto, y ... que los monstruos que otros temen podían ser inspiración, además de refugio. Suplió el desapego familiar con la ilusión de un mundo inventado, en el que caben calaveras parlantes, jinetes sin cabeza y hasta un hombre murciélago.
Entre lo siniestro y lo dulce (el negro y los tonos pastel salpican su filmografía), y fiel a sus temas fetiche (la Navidad, los padres, los protagonistas incomprendidos), Burton redireccionó sus traumas , fusionándolos con uno de los estilos más icónicos del cine. Ahora abre las puertas a su universo gótico en ‘Tim Burton, el laberinto’, una muestra inmersiva con 200 bocetos originales, algunos inéditos, que llega el 29 de septiembre al Espacio Ibercaja Delicias (Madrid) .
—Dice Garci que el cine debería estar en los museos. Su obra ya estuvo en el MoMA; ahora resurge como experiencia inmersiva. ¿Es un avance importante para el cine?
—Hay algo hermoso en el cine que a veces pasa desapercibido. Es un arte que engloba muchos otros y exponerlo así es una forma interesante de mostrarlo. Estoy muy emocionado porque, a diferencia de la del MoMA, esta no es una exposición de arte tradicional. Es inmersiva, y hace referencia a la forma en que trabajo. Cuando hago un boceto, nunca sé si se convertirá en un dibujo, una escultura, una película o una animación. Esta muestra representa ese tipo de viaje extraño sobre cómo se crean las cosas, una especie de casa de los horrores de la forma en que pienso.
—Y todo arte necesita inspiración. La suya viene de un lugar tenebroso...
—Y de películas antiguas (ríe). Crecí viendo cintas de monstruos y de terror de la Universal, siento que aún me hablan. Hay algo en su estética y en esa naturaleza de cuento de hadas que tiene un efecto sanador en mí. Siempre me he sentido cerca de los monstruos, me ayudaron psicológicamente. Me hicieron compañía, que sintiera que no estaba solo.
—Porque en la oscuridad también hay belleza.
—Definitivamente. Los monstruos nunca me parecieron algo horrible, son hermosos. Sé que la gente les tiene miedo, pero creo que en el corazón de cada monstruo hay algo que fue malinterpretado; que no eran realmente malos, solo que no les entendían, que eran raros.
«Estar asustado por algo me motiva, despierta mi interés en las cosas»
—¿Sirven como metáfora de lo mejor y lo peor de la sociedad?
—Eso es. Para mí Frankenstein no es más que un monstruo incomprendido al que todo el mundo quería matar. Siempre lo entendí como una especie de espejo de la sociedad, porque las masas se suelen movilizar contra algo que no entienden. Para mí es importante.
—¿Se identifica con ellos, comprendido por criaturas incomprendidas?
—No he podido evitarlo. Siempre me he sentido un incomprendido. Crecí en Burbank, tal vez eso tenga algo que ver. Creo que mucha gente se siente así, yo lo llevé al extremo. Aunque las cosas cambian cuando envejeces, ese sentimiento no me abandonó nunca, se quedó conmigo. Es raro, pero uno se acostumbra.

—¿Todavía le persiguen los monstruos de su infancia?
—Los monstruos de mi infancia eran más bien mis padres. Nunca tuve miedo de los monstruos, es la gente a la que temo, para ser sincero.
—Y encontró un refugio en el cine. ¿Ha tenido un efecto terapéutico?
—Las películas eran mi terapia cuando crecía. Algunas, especialmente las de monstruos, me ayudaron a sentirme conectado. A explorar los sentimientos, por eso siempre me han gustado las fantasías extrañas, porque he sido capaz de encontrar algo muy real en ellas.
—¿Es monstruo o aliada la soledad?
—Tiene doble filo. En todo, incluso en lo negativo, hay algo positivo. Hubo momentos en los que estar solo hizo que me sintiera mal, triste, pero siempre me ha parecido agradable poder tener tiempo para mí y dedicarme a crear.
—¿Conectan los niños de manera especial con sus películas?
—Es interesante eso. Cuando salió ‘Pesadilla antes de Navidad’ todo el mundo decía que era demasiado terrorífica para los niños, pero les encantaba. Crecí viendo películas de miedo, pero nunca me asustaron porque sentía un vínculo con lo que contaban. Las entiendo, y a los niños también les pasa, como cuentos populares extraños: a veces dan miedo, pero de una manera divertida, no aterradora. Disfruto de ese ambiente. Estar asustado por algo me motiva, despierta mi interés en las cosas.
—¿A qué teme alguien que disfruta con lo que al resto le da miedo?
—Tengo miedo a las cosas normales de la vida, a las más básicas y mundanas. Me daban miedo mis padres y mis peores pesadillas han sido sobre levantarme e ir a la escuela. Me despertaba sudando y gritando.
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