Un aquelarre con todos los ángeles y demonios de Álex de la Iglesia
El cineasta estrena hoy en HBO «30 monedas», una serie cuya trama y título aluden a la cantidad que recibió Judas para traicionar a Jesucristo
![Álex de la Iglesia](https://s1.abcstatics.com/media/play/2020/11/29/30monedas-kmUD--1248x698@abc.jpg)
Hoy se podrá ver ya en el canal correspondiente (vivimos como venecianos, entre canales) la teleserie de Álex de la Iglesia «30 Monedas» , ocho episodios cuyo título y trama aluden a la cantidad que recibió Judas por traicionar a Jesucristo. La historia es ... actual y viajera, pues va por Roma, Jerusalén, Siria…, hasta Nueva York, aunque está sólidamente afincada en la localidad segoviana de Pedraza, centro de operaciones (junto a la trastienda del Vaticano) del argumento y lugar donde ocurren tal cantidad de barbaridades, excesos y alucinaciones que, aun dentro del universo y la cabeza de este director y de su guionista habitual, Jorge Guerricaechevarría, incluso los más fieles seguidores de su peculiar y extrema filmografía sufrirán, o gozarán, del vértigo de una altura mayor que en ocasiones anteriores.
Podría decirse que en estas «30 Monedas» De la Iglesia vierte hasta la última gota de la inventiva y de las obsesiones y «temitas» que han ido apareciendo, con mayor o menor fortuna, en todas sus películas, y con más fuerza que ninguna su constante fe en lo sobrenatural y su capacidad para encontrarle a la religión y a la Iglesia unos materiales explosivos que consiguen dilatar los márgenes de la realidad hasta convertirla en mundo macabro, terrorífico, paranormal y con grotescas dosis de comedia. Curas extremos, exorcistas, demonios, brujas y endriagos conviven con naturalidad en sus películas entre el terror, el estrambote y la risa, casi siempre voluntaria . También son característicos de su cine las trastiendas, los subterráneos, los brebajes, los aquelarres y conjuros, lo apocalíptico y la broma del lado oscuro… En fin, tal vez un síntoma que nos indica algo de su formación y de su personalidad.
En la entrevista que hace unos días publicaba Federico Marín Bellón en estas páginas, el director hablaba de su relación con la fe y con la religión , y confesaba su pertenencia a una familia muy religiosa, y que estudió Filosofía en Deusto con la intención de profundizar en Teología. Más allá de lo que todo esto haya influido en su manera de enfocar su filmografía, lo que parece evidente es que en ella siempre hay un pulso ético -pero sobre todo disparatado, espectacular y cinematográfico- entre el Bien y el Mal.
Confluyen todos los elementos de su cine
Todos los elementos de su cine están en estas «30 Monedas», tanto en sus variaciones y florituras argumentales, donde el ritmo, la intriga y la tensión se aprietan y avanzan con desmesura, como en su fabulosa e impúdica caída en el exceso, el desenfreno y el terror grotesco. Es evidente que está unida por varias hebras a «El día de la bestia», donde el cura Álex Angulo, junto al «jevimetalero» Santiago Segura, intenta impedir el nacimiento del anticristo. Pero también hay reverberaciones, personajes, momentos, de «Las brujas de Zugarramurdi»; pesimismo en la mirada a un grupo social como en «La comunidad»; violencia salvaje y desparrame onírico como en «Perdita Durango», muchísima confianza para manosear (o caricaturizar) y que le funcionen clichés del cine de terror como en «El bar», o incluso del wéstern como en «800 balas», y sin perder la apariencia de sus segundas intenciones, como en «Balada triste de trompeta» o «Mi gran noche».
La entrada en «30 Monedas», como siempre en todas sus películas es brutal y mareante , una especie de advertencia al espectador de que ha de prescindir de cualquier estribo en el que apoyar la lógica: una vaca pare un bebé en un establo. El punto de partida de la historia es ya tan inverosímil que un cineasta tan despojado de recato narrativo te hace firmar con él, en un folio en blanco, el acta de credibilidad de lo que va a contar. No es preciso decirlo, pero solo en el primer episodio, no más que un preámbulo de todas las cosas extraordinarias que no dejarán de sucederse, se pierde ya todo contacto del pie con la tierra firme de lo normal, corriente y segoviano.
En los distintos capítulos, la trama se enzarza en diversos géneros y mercancías, desde el triángulo romántico hasta el muy descriptivo a lo «crónicas de un pueblo», y todos van precedidos por una presentación, un «clip» de apertura con imágenes del martirio y muerte de Jesús y del delirio de Judas , teñido de estética terrosa y empapado de la violencia doliente de la «Pasión de Cristo», de Mel Gibson. Se pueden rastrear, con imaginación y ganas, los más diversos influjos que llueven sobre «30 Monedas», además de Mercero o Giménez Rico con sus «Crónicas de un Pueblo» o «Plinio», desde el Friedkin de «El exorcista», a todo Carpenter o a la vena más iconoclasta y baturra de Luis Buñuel…, pero la mayor y más evidente influencia es la del propio Álex de la Iglesia, sus preocupaciones, diversiones y alucinaciones, y su talento natural para la macedonia y la ensalada.
Sin desvelar ni un hilo de la greña argumental, y solo con una descripción somera de sus personajes, aflora el personalísimo «bestiario» de su cine, pero aquí enriquecido y multiplicado: el cura tozudo y forzudo que interpreta el milagroso Eduard Fernández, el alcalde simplón de Miguel Ángel Silvestre, la veterinaria de bandera que hace Megan Montaner, la esposa venenosa del alcalde que interpreta Macarena Gómez con todo su retorcimiento, el sargento de la Guardia Civil de Pepón Nieto, los megapapistas Manolo Solo y Cosimo Fusco…, el paisanaje del pueblo, donde no faltan ni «la vieja del visillo» ni «el tío de la vara»… Todo está preparado y envuelto magníficamente para su consumo y ¿digestión? , aunque, característica también de la obra de De la Iglesia, no aguante tres o cuatro «por qués» bien situados en el relato. Las cosas ocurren solo para sus ojos y su entretenimiento, sin más vueltas ni preguntas.
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