Zac Efron: «Lo mejor de ser una estrella es que te envían mucha ropa gratis»

En la puerta del hotel Santo Mauro se agolpaban a mediodía unas cuantas adolescentes exentas de la vuelta al cole. Quizá consista en eso el High School, con o sin Musical. La explicación al alboroto se hallaba en el interior. Zac Efron, ídolo de masas, se sometía a una sesión de fotos y entrevistas, protegido por una camisa de cuadros y una barbita de lo más formal, como todo él.

La estrella juvenil presentaba la película «Siempre a mi lado», una almibarada cinta romántica con toques fantásticos y un par de terrones dramáticos. Para llorarla a partir del 1 de octubre.

De cerca, Efron parece un chaval normal, muy peinado pero normal. Incluso balbuceaba antes de encarrilar sus respuestas y se dejaba asesorar por la traductora, que introducía morcillas en su discurso, como «¡Madre mía!», que merecían su inmediata aprobación. El californiano todavía no ha cumplido los 23 y, afortunadamente, aún no se ha aprendido el discurso. Es un joven nada arrogante y capaz de ganarse la aprobación del suegro más estricto.

Algo blandito –en los pasillos se contaba que algún entrevistador desalmado le había hecho llorar- , confesó que todavía se siente más a gusto con el papel que le ha dado la fama, en «High School Musical», que con personajes más adultos y sofisticados, incluido el de «Siempre a mi lado»: «Prefiero el personaje de Troy», dijo sin dudar. No obstante, ya ha montado su propia productora para solventar la crisis de buenos guiones y preparar proyectos de todo tipo: «Películas independientes, de cualquier género, en las que yo sea la estrella o protagonizadas por otros actores. Lo mejor de tener una productora es que puedes tener influencia sobre la película», explicó.

Por lo demás, la conversación con la prensa transcurrió por los cauces habituales. Zac Efron contó lo afortunado que se sentía («Nunca imaginé que tendría tanta suerte. Es importante no olvidar eso nunca») y contó algunas anécdotas del rodaje, sobre lo duro que había sido aprender a manejar un barco y todo eso. Incluso después de terminar preguntó que tal había ido todo. Bendita inseguridad, que ojalá le dure mucho tiempo.