El 'thriller' y la intriga de última promoción, 'Una ballena' y 'La furia'
Son películas que están muy lejos en lo narrativo del viejo (y grande) cine negro y dramático

En lo que llevamos de siglo, el cine español ha demostrado tener buen nervio para el 'thriller', para la intriga, la acción y el 'negro', y son varios los directores que han acampado con éxito en ese territorio. Directores como Enrique Urbizu ('No habrá paz ... para los malvados'), Daniel Monzón ('Celda 211'), Alberto Rodríguez ('La isla mínima'), Raúl Arévalo ('Tarde para la ira'), Rodrigo Sorogoyen ('Que Dios nos perdone' o 'As bestas'), Daniel Calparsoro (Cien años de perdón), Rodrigo Cortés ('Buried', 'Luces rojas')…, en fin, y otros más.
También en lo que llevamos de siglo se aprecia un intento de recomponer las viejas claves del cine negro y modificar, en cierto modo, los temas, el desarrollo y la narrativa fusionándolo con otros géneros, la ciencia ficción, el terror, el drama y ocasionalmente la comedia. Desde que Jean-Luc Godard 'inventó' el neo-noir en 'Alphaville', el neologismo se ha hecho viejo por el uso. Esta semana hay dos estrenos españoles, 'Una ballena', de Pablo Hernando, y 'La furia', de Gemma Blasco, que hacen cine fusión entre el 'thriller', la intriga, el drama social y, el primero de ellos, también el fantástico. Son películas que están muy lejos en lo narrativo del viejo (y grande) cine negro y dramático, como, por poner un par de ejemplos, 'Perdición' o 'Forajidos'; y sus directores conducen la historia, que es obviamente de intriga y negra, por otros vericuetos y hacia conclusiones no tanto fílmicas como psicológicas, o algo parecido.
'La furia' acaba de ganar en el Festival de Málaga el premio de mejor actriz para su protagonista, Ángela Cervantes, que es, sin ninguna duda, lo mejor de la película. Y su directora, Gemma Blasco, que tiene una historia que contar y que evidentemente contiene los elementos propios del cine de intriga, prefiere hacer un 'thriller desthrillerizado', una historia que cuenta unos hechos para casi olvidarlos y centrarse en el episodio psicológico de sus consecuencias: a una joven la violan en una fiesta en casa de una amiga; no ve al violador, pero es uno de su 'pandilla'… No lo denuncia y sólo se lo cuenta a su hermano, y pasa el tiempo y la película subraya sus desajustes y también sus ajustes con el personaje de Medea, que interpreta en teatro…, en fin, la cosa turbia se dispersa alrededor de ella entre musicones y colocones, aunque se concentra a ratos en ella de un modo enfermizo. El espectador también pierde el rastro de la posible intriga: no parece importar ni quién ni por qué la agredió sexualmente. Y 'La furia' se sostiene por la fuerza y la rabia contenida pero impresionante de su actriz, Ángela Cervantes, y por momentos como la prueba de 'casting' para hacerse con el papel de Medea, escena que vale ella sola un premio.
'Una ballena' puede ponerse la medalla de 'neo-noir' por su escenario, su narrativa difusa y su inmersión por apnea en el fantástico, Lovecraft, lo metafórico, Melville, y lo hermético, vaya usted a saber. También tiene una actriz sobresaliente, Ingrid García Jonsson, en un personaje que tiene una ráfaga de Scarlett Johansson en 'Under the skin', una especie de asesina a sueldo de los ambientes portuarios fríos y grises; son cuatro gatos, pero ella es un enigma (¿?). Esos ambientes son lo mejor de la película, y el trabajo del director, Pablo Hernando, y de su fotógrafa, Sara Gallego, en darle consistencia visual y estética a ese lugar sin tiempo y que no mantiene lógica argumental alguna, a no ser que alguien pueda relacionar el líquido blanco de la cabeza de las ballenas con la fuente de la eterna juventud y con los poderes intergalácticos. Los escenarios, la ambientación y la temperatura tienen atractivo; también lo tiene Ingrid García Jonsson, y además está ahí Ramón Barea, siempre convincente aún en un personaje como este, prendido de alfileres y a medio traducir de la escritura jeroglífica.
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