Crítica de 'La sustancia' (**): La mala digestión de la vejez crea monstruos

Tal vez haya moraleja en lo que cuenta, pero para denunciar el uso y el estándar del cuerpo femenino no se le ocurre mejor cosa que tener a sus dos protagonistas en pelota picada

Esta película ganó el premio al mejor guion en el pasado Festival de Cannes, lo que tiene un mérito especial si se tiene en cuenta lo accesible y comprensible de su punto de partida y el lugar remoto (uno diría que hasta la mismísima chorrada) ... al que llega en su desarrollo. Trata sobre una estrella televisiva (Demi Moore) a la que, cosas de la edad y los cálculos de los tíos que deciden, van a sustituir por una jovencita en plena forma, con el consiguiente cabreo y trauma de la señora. Dirige Coralie Fargeat y se supone que arma su 'crítica al sistema', su queja al uso 'escaparatero' del cuerpo femenino, como una fábula sobre hacerse viejo, hacerse el joven y usar cualquier medio, por ridículo que parezca, para dar el pego.

Tal vez haya moraleja en lo que cuenta Fargeat (¿qué sustancia? Desde luego, no intelectual), pero el caso es que para denunciar el uso y el estándar del cuerpo femenino no se le ocurre mejor cosa que tener a sus dos protagonistas, la madura y estupenda Demi Moore y la turgente Margaret Qualley, en pelota picada gran parte de la película, con sus propias carnes y con todo tipo de añadidos cárnicos que se le ocurren, pues la cosa se desbarata hacia el terror disparatado y cochino. Pero deben de ser necesidades del guion premiado: tienen que estar muy desnudas, muy esplendorosas y muy, muy repugnantes.

Todo es grosero y aberrante, lo cual tal vez abogue a que uno se adhiera a su propuesta: no es justo que se trate así a la mujer, ni que la mujer se trate a sí misma de ese modo y se inyecte cualquier cosa; ni que el hombre sea tan vomitivo, un simio (imposible olvidar a Dennis Quaid masticando gambas a fauces abiertas), incluso todo ese supuesto discurso feminista (¿?) o es tan profundo y alambicado que no le llega a la mujer inyectable y al hombre simio, o es tan, tan plano que se puede mojar pan en él.

Hay quienes disfrutan con este cine, digamos, extremo, y quienes consideran que es una película ya de culto. Los que no, siempre podrán alabar o criticar el valor y las ganas de Demi Moore por aguantar a pie firme y cuerpo serrano lo que aguanta.

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