Crítica de 'Queer' (**): Sexo, drogas y vida en el alambre de espino

En esa captura del personaje tiene interés, o al menos espolea la monotonía, el paulatino cambio de depredador a presa, lo que le permite a Craig ofrecer tonalidades a su interpretación

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El director de 'Call me By Your Name', Luca Guadagnino, entra en el territorio de William S. Burroughs y el descarnado autorretrato de su novela 'Queer', un espejo cóncavo en el que se refleja el pesimismo generacional, la nociva relación con el sexo y ... el infernal callejeo por el alcohol y las drogas del personaje, William Lee, su alter ego, o su alter en la pérdida del ego. Guadagnino, un cineasta con estilo, lleva algunos condimentos a la obra de Burroughs, como una ambientación exquisita de mediados del pasado siglo en un rincón de Ciudad de México que convierte en pura atmósfera, pura luz masticable y una desordenada mezcla de elegancia, decadencia , destiempo y parsimonia.

Aunque el condimento más poderoso que le añade al Lee de Burroughs es la carnalidad de Daniel Craig, la osadía de colocarle dentro el icono de un actor que simboliza la masculinidad extrema, el último James Bond, que aquí interpreta con arrojo a un voraz 'marica', término que emplea en numerosas ocasiones para definirse y para señalar y criticar a todos esos miembros de la pequeña comunidad estadounidense que vegetan, trabajan, se emborrachan y acosan en ese bien diseñado lugar de la acera mexicana.

Guadagnino le pone condimento visual y el desafío de Daniel Craig, casi un órdago a la grande, pero le quita a Burroughs buena parte de su alma y de su sentido del humor grotesco, doloroso, y consigue convertir en reiterativos esos primeros capítulos de la historia en la que Lee no es más que un pobre tipo que atraviesa días monótonos, copas monótonas y aventuras sexuales de nocturna tristeza. Monotonía, a pesar de lo rebuscado de la música, moderna y climática, y a pesar del notable esfuerzo de Daniel Craig por desarmarse de Bond y armarse de fragilidad y desolación. No es fácil valorar la importancia y calidad de su interpretación, pero es indudable el esfuerzo y la entrega física y psicológica con su personaje.

En esa captura del personaje tiene interés, o al menos espolea la monotonía, el paulatino cambio de depredador a presa, lo que le permite a Craig ofrecer tonalidades a su interpretación. La ambigüedad de Allerton (que encarna con buen enfoque Drew Starkey) le da algunas vueltas al caldo de la película cuando ya estaba posándose en el fondo. Y resuelve Guadagnino con vistosidad el capítulo de la ayahuasca, esa bebida psicoactiva que busca el personaje y que le permite al director estimular la psicodelia de su cámara y poner a hervir todo ese herbolario onírico que tanto margen da a los amantes de interpretaciones y juegos cavilares.

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