Crítica de 'Jeanne du Barry' (**): El rey Johnny Depp y su última cortesana
No hay en ella ni una mirada penetrante a la Historia ni tampoco al cine histórico, pero resulta visualmente atractiva
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Esta película inauguró el pasado Festival de Cannes y es absolutamente francesa, desde su directora y protagonista, Maïwenn, hasta el personaje biografiado, Jeanne du Barry, la última 'favorita' del rey Luis XV, y el rumbo hacia el pasaje también favorito de la historia de ... esa nación, la Revolución Francesa. Lo único que no es francés es Johnny Depp, que interpreta bien cargado de maquillaje y de sarcasmo a Luis XV, que se libró de la moderna guillotina porque unos años antes se lo llevó una viruela.
La directora es también su personaje, Jeanne du Barry, una mujer deslumbrante, con enorme personalidad y 'vida', que entró en la Corte de Versalles con la frescura y el oleaje de dos hielos en el café; tras el refilón por sus orígenes humildes y sus talentos naturales, se llega al gran momento del encuentro con el Rey, en una secuencia larga y palaciega, en la que a Johnny Depp se le queda la cara de pasta de boniato ante la belleza de la cortesana, casi un 'spoiler' de lo que va a suceder. Y es prácticamente la relación entre ellos, tan rica y contradictoria, tan llena de detalles desde lo tierno a lo escabroso, lo mejor de la película, aunque hay que decir que es Johnny Depp quien mejor conduce el vehículo de esa relación y quien más se mete en su papel con artificio, gracia y profundidad.
'Jeanne du Barry'

- Director: Maïwenn
- Reparto: Maïwenn, Johnny Depp, Melvil Poupaud, Pierre Richard, Pascal Greggory
- Fotografía: Laurent Dailland
La producción es excelente y se recrea un Versalles y una Corte llenos de pompa y jabón, y Maïwenn, más clásica como directora que como actriz, utiliza cierta sorna para darle un tono caricaturesco, con las inquinas y recelos entre la familia real (por allí aparece también de refilón María Antonieta y sus 'croissants'), sus costumbres, bobadas y tradiciones, alguna de ella recreada con mucha chufla, como el no permitirse darle la espalda al rey y retirarse de su presencia con unos ridículos saltitos hacia atrás. Gesto que, al final y muy concienzudamente, adquiere una gran nobleza, admiración y amor.
No hay en ella ni una mirada penetrante a la Historia ni tampoco al cine histórico, pero resulta visualmente atractiva y se entiende algo mejor a la gran Francia, a sus gentes, a sus reyes, incluso a Mbappé.
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