Crítica de 'Yo no soy esa' (**): Del coma a los puntos suspensivos y el signo de admiración
La primera parte de la película resulta muy fresca, divertida y sugerente al describir el choque lógico de esa mujer con el paisaje, el paisanaje y el lenguaje y actitudes que ahora tenemos por 'normales'
Los congelados más célebres del cine son Walt Disney y Louis de Funès en aquella película, 'Hibernatus', que aquí se tituló 'El abuelo congelado', y ahora María Ripoll, directora que frecuenta un tono de comedia de kilómetro cero, toma esa idea y cuenta una historia sobre ... una joven que despierta de un coma veinte años después; ella no está congelada, pero su percepción del presente, pleno siglo XXI, es el de una bolsa de guisantes olvidada en la cámara frigorífica. Y toda esa primera parte de la película resulta muy fresca, divertida y sugerente al describir el choque lógico de esa mujer con el paisaje, el paisanaje y el lenguaje y actitudes que ahora tenemos por 'normales'.
Los móviles, los patinetes, la cháchara 'tictokera', las relaciones sentimentales, sexuales, laborales, las prisas, los cambios generacionales, los propios de ella, de adolescente a mujer adulta…, todo ello, bien contado y sin salirse mucho del cliché, le dibujan a la cara del personaje esa impresión de damero maldito. Y lo interpreta Verónica Echegui con todo su poderío de actriz de comedia sometida a un primer grado de drama alegre.
María Ripoll y su guionista, Olga Iglesias, deciden o no impiden que su historia viaje de esas circunstancias refrescantes y divertidas hacia otras más sabidas, los conflictos amorosos que le asaltan a la protagonista con el recuerdo de su noviete de colegio y los efectos del tiempo que pasa y las pertinaces realidades. Pierde fuelle descriptivo, pero aguanta su interés, además de por la imparable y reluciente Echegui, por la gracia sosa de Silma López (de su personaje, se entiende), por la chispa pícara de Adam Jezierski (su amigo del siglo XXI) y por la presencia anárquica de una Ángela Molina desatada.
Una comedia agradable, ligera y que reflexiona con cierta superficialidad (con lo que eso se agradece) sobre asuntos que hoy importan y atontan.