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ABC Cultural

Crítica de «Bajocero»: Traslado de presos y trasvase de conciencias

«Se luce el director en las escenas de acción, en la producción de claustrofobia y en el trenzado de hilos -simpatía, peligro, comprensión- con sus personajes»

Fotograma de «Bajocero»
Oti Rodríguez Marchante

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No hay lugar a dudas: la película que ha hecho Lluís Quílez , hasta ahora un cortometrajista de éxito, es un «thriller» puro, y así lo señalan sus personajes, su energía y hasta su ubicación, pues gran parte de la trama ocurre en un furgón blindado donde se traslada a unos presos . Pero, sin perder la pureza del género, «Bajocero» incorpora entre la armadura habitual de la dureza del policíaco algunas claves que lo transforman en un drama social, incluso en material moralmente incómodo y subversivo. Y bajo la piel del «thriller», todo habla de esto: la construcción de los personajes, policías y presidiarios, los matices psicológicos de cada uno de ellos, la entrada en tromba (hacia la mitad) de un elemento potente y perturbador que destripa los roles (buenos y malos) del relato y la idea, siempre polémica o discutible, de que la Justicia y «lo justo» se pueden armonizar con la firma –puño y letra- de un individuo y su venganza.

La atmósfera es gélida, tal y como sugiere el título y el interior enrejado de un furgón, y es muy cromática y punteada de tensión y bilis jocosa la descripción de la variada fauna del argumento, sean «polis» o sean asesinos, ladrones y hasta un político corrupto. Se luce el director en las escenas de acción , en la producción de claustrofobia y en el trenzado de hilos -simpatía, peligro, comprensión- con sus personajes, y sabe controlar el brusco viraje del argumento en pleno vuelo, desordenando clichés, intención y destino de la película.

Todos los actores, desde Javier Gutiérrez, al tremendamente eficaz Luis Callejo o al escamante Patrick Criado, traducen en la pantalla la letra pequeña del relato, y no se nos puede escapar un detalle acerca de Karra Elejalde, aquí la gasolina y el mixto de la trama (también su conciencia), y es que aún le queda algo de la tozudez de Unamuno en la mirada .

Crítica de «Bajocero»: Traslado de presos y trasvase de conciencias

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