Crítica de 'Saint Omer. El pueblo contra Laurence Coley': Cómo no explicar lo inexplicable
«La querencia del espectador es a escuchar a la madre infanticida, a comprender qué la empujó a ese horrible acto que confiesa haber cometido»

La incomodidad no siempre es mala, y en el cine menos aún. En su primer largometraje, la directora Alice Diop maneja dos grandes incomodidades para contar una historia difícil de digerir: la historia en sí, que es un proceso judicial contra una mujer senegalesa que vive en Francia y es acusada de matar a su hija de 15 meses, y el modo de contarla, con la mirada puesta en una joven novelista, también de raza negra, que asiste al juicio para llevar el relato a un libro, lo cual cambia la sustancia de los hechos por el reflejo en un personaje intermediario que los interpreta.
El suceso es real y, además, Alice Diop asistió a aquel juicio en 2016 que ahora lleva a película, lo que le da a su mirada un juego de ‘alter ego’ con el personaje de la escritora. El juicio ocupa casi la totalidad del argumento , aunque Diop o su personaje en el interior, la joven escritora Rama, se lleva la trama a sí misma y a sus circunstancias, también embarazada y con discurso sobre la mujer, la maternidad, la inmigración … La querencia del espectador es a escuchar a la madre infanticida, a comprender qué la empujó a ese horrible acto que confiesa haber cometido, a ver la inquietud de la juez y oír los argumentos de su abogada…, a desentrañar un misterio que tiene que ver con la ansiedad, la desprotección, la cultura y las supersticiones ancestrales.
Ficha completa
El sosiego narrativo de la directora, la frialdad de la puesta en escena, el uso de silencios, claves, digresiones y palabras que procuran tanta reflexión como impaciencia no se corresponden con lo gordo, lo trágico, lo incomprensible de lo que hay enfrente, que, como no se puede explicar, va y se explica sin hacerlo.
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