Crítica de 'El comensal': Homenaje a las víctimas de ETA, sano y sin odio
Ángeles González Sinde regresa al cine con la adaptación de la novela de Gabriela Ybarra, nieta de un empresario asesinado en 1977

Gabriela Ybarra ganó logró premios y repercusión con su primera novela, 'El comensal' , con una narración que abarcaba dos épocas y dos muertes: la de su abuelo a manos de ETA, en 1977, y la de su madre por culpa del cáncer, ya en esta década. Esta segunda pérdida fue la que la empujó a escribir, en una suerte de terapia personal que tuvo más alcance del esperado y que Ángeles González Sinde aprovecha para volver al cine, tras su paso por la política.
La novela y la película son distintas, pero ambas se caracterizan por centrar su mirada en la familia de la víctima. Ni siquiera reparan demasiado en el empresario, Javier de Ybarra – Iñaki Miramón dibuja en dos trazos su humanidad–, asesinado después de un mes de secuestro. Menos aún interesa el perfil de los terroristas, casi siempre protagonistas de estas obras, a veces para bien, aunque solo sea porque sus acciones son más espectaculares.
Ficha completa
'El comensal'
González Sinde retrata con contención el dolor de la familia y el aislamiento que sufre, fruto del miedo y la falta de solidaridad. En España empezaban los años de plomo y los crímenes por el fanatismo nacionalista estaban tan normalizados como hoy las mascarillas o la corrupción política. Llevar escolta o mirar los bajos del coche antes de montarse eran rutinas interiorizadas para muchos.
Pero tampoco en eso parece demasiado interesada la cámara, que se vuelca en acompañar y apiadarse de los inocentes. El espectador observa las horas y semanas de angustia, con el padre secuestrado, pero se detiene sobre todo en las secuelas del crimen, en unas heridas que no sabe cerrar ni el tiempo.
Ginés García Millán , en modo Adolfo Suárez , alejado de sus papeles de villano, da vida al hijo de la víctima en su etapa adulta. De joven es interpretado por Fernando Oyagüez , en otra acertada elección de reparto. No menos atinadas están Adriana Ozores , Susana Abaitua y Ane Gabarain , estas dos últimas sufridoras profesionales, entrenadas para el dolor en la miniserie 'Patria' . Por ese lado, y casi por cualquier otro, no hay fisuras en el relato, que fluye con naturalidad y sin rencor. Cuando se habla del empresario asesinado, de hecho, se recuerda sobre todo su vertiente religiosa y su petición de perdón hacia sus verdugos.
Esa ausencia absoluta de odio y politización es una de las características esenciales de esta película, que va incluso más lejos que títulos recientes como 'Maixabel' y la citada adaptación de la novela de Fernando Aramburu .
De tan pacífica, casi el único pero que se le puede poner a la película es que le falta algo de garra, alguna trampa lícita y cinematográfica con la que emocionar al espectador. Es una obra que apunta al corazón y a la cabeza, pero que jamás apela a las tripas del público. Es una forma encomiable y casi contraproducente de filmar, digna de aplauso.
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