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Crítica de '20.000 especies de abejas': Y muchas maneras de ser persona

Lo mejor de esta obra es que mantiene la enorme complejidad de su conflicto fuera de la agresividad social y pasiones políticas que lo rodean en esta época de intereses y artificios

Sofía Otero: ha nacido una estrella

Sofía Otero en '20.000 especies de abejas'
Oti Rodríguez Marchante

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El primer largometraje de Estíbaliz Urresola Solaguren contiene algunas de las ‘cualidades’ del último cine español, especialmente el dirigido por mujeres: trata sobre un asunto humedecido de emociones, lo hace con enorme sensibilidad y lo enfoca en un entorno familiar, infantil, femenino, veraniego y rural. El epicentro de la historia es un niño de ocho años, Aitor, que empieza a tener problemas de adaptación a su sexo, padece eso que se conoce como disforia de género. Se hace llamar Coco, luego Lucía, se siente incómodo en su cuerpo de niño y sufre su situación sin apenas entenderla. Justo a su lado está su madre, también devorada por otras crisis, sentimentales, laborales, creativas, sus hermanos, abuela y tía. Puntos de vista.

El guion, de la propia directora, se inmiscuye con gran delicadeza de cámara en los sentimientos de los personajes y organiza la historia con sencillez y sin buscar la más mínima estridencia para que estos afloren con naturalidad bien ayudados por la atmósfera, la luz, la interpretación y un desarrollo paulatino, lento, con la precisión de los pasos bien dados. Le resulta cómodo al espectador ir recogiendo los detalles, sensibilidades y conflictos que surgen en el camino. Es, evidentemente, una película de muy poca acción en su superficie y de enorme movimiento y turbulencia en su interior.

La relación del niño-niña con su entorno, su madre, hermanos y también su tía es siempre comprensiva, con algunos puntos de fricción pero dentro de la suavidad del drama (es decir, no se buscan explosiones argumentales sino más bien reflexiones) y de la búsqueda positiva e inteligible. Aunque el trabajo de la niña Sofía Otero (premiado en el festival de Berlín) contiene las dosis necesarias de credibilidad y emoción, es Patricia López Arnaiz (la madre) quien lleva el termómetro y la temperatura de la historia; también Ana Gabarain, que interpreta a la tía, personaje que ofrece una mirada especial, distinta, la que aporta algo de carga simbólica a un relato en el que lo masculino se hace presente por su ausencia (el padre de la niña o el padre muerto y anhelado de la madre).

Ficha completa

Como película que exhibe una cuestión espinosa, que la detecta, la muestra y la explica, '20.000 especies de abejas’ es impecable y está llena de afectividad y delicadeza en todos sus elementos, desde la cámara, a la composición e interpretación. Pero, como película frente a una cuestión espinosa, quizá adolece de garra y riesgo, de afrontar otros perfiles y circunstancias fuera de la calidez familiar, de sortear la realidad de las implicaciones de todo tipo que le esperan, ya, al niño Aitor cuando consiga que le llamen Lucía, el nombre por el que quiere responder; se queda, pues, en la blancura del género sin tocar la vinagrera del sexo. En cualquier caso, lo mejor de esta obra es que mantiene la enorme complejidad de su conflicto fuera de la agresividad social y pasiones políticas que lo rodean en esta época de intereses y artificios.

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