Crítica de «Adam»: Dos mujeres
«Narra el nacimiento de una gradual confianza entre las dos mujeres con aplomo y sutileza narrativa, especialmente llamativos tratándose de una ópera prima»

Si, como rezaba el eslógan de aquel filme noir clásico, «hay un millón de historias en la ciudad desnuda» , la directora marroquí Maryam Touzani decide contar una entre ese millón. La ciudad es Casablanca pero es obvio que aquí no vamos a encontrar ningún café de Rick sino tan solo la humilde pastelería que regenta una de las protagonistas desde una ventana de su propia casa. Y no sabemos si está desnuda (me refiero a la ciudad, claro: ¿qué querría decir eso?); en realidad, más bien propicia que sus secretos se oculten en los discretos laberintos de su Medina, lo que tiene su sentido si eres una mujer embarazada con el padre dado a la fuga. Eso sigue siendo entre pecado y delito en el Marruecos actual, recalca Touzani, quien conoció un caso similar en su infancia, que la dejó marcada: fueron sus padres los que acogieron a la madre pródiga.
En la película es la pastelera la que la recibe, con muchas reticencias en un principio, y la forma en que se narra el nacimiento de una gradual confianza entre las dos mujeres es ejemplo de aplomo y sutileza narrativa, especialmente llamativos tratándose de una ópera prima. Y eso es lo mejor y lo único que hay: Touzani evita convertir la trama en algo emblemático de temas como el machismo o la sororidad. A quien le guste el trazo grueso la película le dejará más bien frío, pues sus virtudes son las de una obra de cámara y su mirada es más precisa en los pequeños detalles que en el fresco social.
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Adam
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