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Elizabeth Taylor, la gata sobre el tejado del cine

Fueron 60 años de cine, 79 de vida y 70 títulos, algunos de ellos memorables. Entre boda y boda, la gata vivió encaramada al tejado de la interpretación. Estas son la mayoría de sus películas más importantes.

ABC

Federico Marín Bellón

«Lassie vuelve a casa» (1943).

De Fred M. Wilcox. Con Roddy McDowall, Donald Crisp y Dame May Whitty. Es la primera y mejor de las películas que la precoz Elizabeth Taylor rodara con Lassie (una espléndida perrita collie llamada Pal). Aunque la mayoría de las secuelas fueron algo ñoñas, esta adaptación de la novela de Eric Night se ha convertido en un clásico.

«Fuego de juventud» (1945).

De Clarence Brown. Con Mickey Rooney y Angela Lansbury. Deliciosa película juvenil en la que Elizabeth Taylor interpreta el papel de una arrojada adolescente que se disfraza de chico para poder participar en el Grand National, la célebre carrera de caballos. La historia es más o menos convencional, filmada exclusivamente para el lucimiento de la pareja Taylor-Rooney, pero el final es de auténtico delirio; absolutamente inverosímil, pero emocionante. La carrera fue rodada en realidad en un campo de golf de Pasadena, pero a estas alturas eso es lo de menos.

«Vivir con papá» (1947)

De Michael Curtiz. Con William Powell e Irene Dunne. Encantadora cinta sobre la vida de un excéntrico padre de carácter irascible. Para William Powell fue tal vez su último gran filme como protagonista, que le permitió hacer gala de un gran ingenio amparado en el cinismo de su personaje.

«Mujercitas» (1949)

De Mervyn LeRoy. Con Janet Leigh, Peter Lawford, June Allyson y Rossano Brazzi. Interesante versión de la célebre novela de Louisa May Alcott, aunque inferior a la que protagonizara Katharine Hepburn en 1933 a las órdenes de George Cukor. El argumento es tan conocido como el cuento de Caperucita Roja. El padre está en la guerra y la madre se las arregla como puede para mantener a las cuatro hermanitas, que miran la vida de los ricos desde la ventana del salón.

«El padre de la novia» (1950)

De Vincente Minnelli. Con Spencer Tracy, Joan Bennett y Don Taylor. Comedia clásica que adapta por primera vez la novela de Edward Streeter. Spencer Tracy debe lidiar con la boda de su hija Elizabeth. El éxito de la cinta propició secuelas y remake, no siempre afortunados.

«Un lugar en el sol» (1951)

De George Stevens. Con Montgomery Clift, Shelley Winters y Raymond Burr. Montgomery Clift es un chico humilde que deja embarazada a Shelley Winters, aunque él aspira a casarse con Lyz Taylor, más guapa y mejor partido. Cuando la primera muere en extrañas circunstancias, es acusado de asesinato. El juicio que sigue es estupendo, con Raymond Burr de implacable fiscal. Basada en la novela de Theodore Dreiser, recibió un puñado de Oscar.

«El padre es abuelo» (1951)

De Vincente Minelli. Con Spencer Tracy y Joan Bennett. «El padre de la novia» ya es abuelo, con lo que siguen las chanzas a propósito del carácter posesivo de Spencer Tracy, quien llega a extraviar al recién nacido, que no se llama Chencho. Le falta la genialidad del original, pero es muy divertida.

«Ivanhoe» (1952)

De Richard Thorpe. Con Robert Taylor y Joan Fontaine. La versión de Thorpe sobre la novela de Walter Scott es una joya del cine de aventuras, cargada de romanticismo y rodada con una ingenuidad definitivamente perdida. Entre sus virtudes no es la menor el uso de un lenguaje tan cuidado e instructivo que ha caído en desuso. Elizabeth Taylor está guapísima; Robert Taylor, peinadísimo.

«La última vez que vi París» (1954)

De Richard Brooks. Con Van Johnson, Donna Reed y Walter Pidgeon. Director infravalorado para sus enormes méritos, Richard Brooks no atinó del todo en esta adaptación de un texto de Scott Fitzgerald. El excelente reparto parece fuera de lugar en esta postal de la desilusión en el París de la Segunda Guerra Mundial.

«Gigante» (1956)

De George Stevens. Con Rock Hudson, James Dean, Sal Mineo, Dennis Hopper, y Carroll Baker. James Dean entró en la leyenda con este título, que no pudo ver estrenado debido a su prematura (y providencial) muerte. Sin embargo, en esta ensalada de ganaderos, petroleros y terratenientes el verdadero protagonista no fue James Dean, sino Rock Hudson. George Stevens contó con un reparto fabuloso, grandes medios económicos y más de tres horas de duración para adaptar el «best seller» de Edna Ferner. Elizabeth Taylor, algo eclipsada por sus dos compañeros de reparto, deja de demostrar su sensibilidad y su oficio con algunas intervenciones memorables.

«El árbol de la vida» (1957)

De Edward Dmytrik. Con Montgomery Clift, Eva Marie Saint y Lee Marvin. Como «Lo que el viento se llevó», película con la que guarda más de un parecido, es difícil resumir su argumento en tres líneas. Queda el recuerdo de sus dos protagonistas, Elizabeth Taylor y Montgomery Clift, jóvenes, bellos y radiantes.

«La gata sobre el tejado de zinc» (1958)

De Richard Brooks. Con Paul Newman, Burl Ives, Jack Carson, Judith Anderson y Madeleine Sherwood. Célebre adaptación de la obra de Tennessee Williams, con una interpretación memorable por parte de Paul Newman y Elizabeth Taylor, sin olvidarnos de Burl Ives y su infalible olfato para detectar la mendacidad. El denso drama sureño urdido por el autor está perfectamente combinado con grandes momentos cómicos. Es a la vez una crítica despiadada de varios pecados capitales. Gran película, que no pasa de moda.

«De repente, el último verano» (1959)

De Joseph L. Mankiewicz. Con Katharine hepburn y Montgomery Clift. Soberbio drama psicológico e incluso psiquiátrico del gran Mankiewicz, capaz de doblegar los excesos de la obra de Tennessee Williams, quien además se vio ayudado por Gore Vidal en la adaptación cinematográfica. El doctor Clift busca para su clínica mental el mecenazgo de Kathy Hepburn, quien a cambio pide que curen (la lobotomía es una opción) a su sobrina Elizabeth Taylor.

«Una mujer marcada» (1960)

De Daniel Mann. Con Laurence Harvey. Marcada a sangre y dinero, Elizabeth Taylor se llevó un Oscar por su vibrante interpretación, al lado de un Laurence Harvey interesante, pero sin la presencia arrolladora de Richard Burton.

«Cleopatra» (1963)

De Joseph L. Mankiewicz. Con Richard Burton, Rex Harrison y Martin Benson. Superproducción histórica que retoma el mito egipcio aprovechando el tirón de la pareja Taylor-Burton, aunque dejó en el paro a Rouben Mamoulian y el estudio acabó arruinado. Oscar a la fotografía, vestuario, decorados y efectos especiales.

«Castillos en la arena» (1965)

De Vincente Minnelli. Con Richard Burton, Eva Marie Saint y Charles Bronson. Un sacerdote episcopaliano –impresionante Richard Burton– casado con Eva Marie Saint se enamora de ya saben quién. Interesante melodrama, con guión de Dalton Trumbo. Minnelli tuvo que domar la personalidad de los intérpretes.

«¿Quién teme a Virginia Wolf?» (1966)

De Mike Nichols. Con Richard Burton, George Segal y Sandy Dennis. Lo mejor de este drama de Mike Nichols es el duelo interpretativo entre Elizabeth Taylor y Richard Burton. Lo atrevido del lenguaje del filme, como es lógico, ha perdido fuerza con el paso de los años. Taylor y la excelente Sandy Dennis se llevaron dos de los cinco Oscar que ganó la película.

«La mujer indomable» (1967)

De Franco Zefirelli. Con Richard Burton y Ciril Cusak. Zefirelli da su particular versión de Shakespeare, cargadita de azúcar, para lo cual cuenta con una pareja que le da la mitad del trabajo terminado. Ella, desde luego, era indomable.

«La mujer maldita» (1967)

De Joseph Losey. Con Richard Burton, Noel Coward y Joanna Shimkus. El estilo de Joseph Losey no parecía el más adecuado para adaptar una obra teatral de Tennessee Williams. El choque de trenes entre Elizabeth Taylor y Richard Burton, tendentes a la sobreactuación, también resta efectividad al texto.

«Reflejos en un ojo dorado» (1967)

De John Huston. Con Marlon Brando y Brian Keith. Extraño drama basado en un relato de Carson McCullers, rodado un año antes de la trágica muerte de la escritora. La película versa sobre la vida en un campamento militar de atmósfera espesísima. Un brillante reparto pone el colofón al filme, del que John Huston se sentía orgulloso. «El único juego de la ciudad» (1970), de George Stevens.Con Warren Beatty y Charles Braswell. Un gigante del cine como George Stevens cerró su espléndida carrera con este apasionado e irregular melodrama, con una pareja protagonista de lujo, pero que no hacía muy buena química. Un pianista de Las Vegas, Warren Beatty, quiere salir adelante (y de la ciudad) junto a su mujer, Elizabeth Taylor, pero su afición al juego es más fuerte que su voluntad.

«Los picapiedra» (1994)

De Brian Levant. Con John Goodman, Elizabeth Perkins, Rick Moranis y Kyle Maclachlan.Uno de los últimos títulos de la diva. El acierto del reparto (John Goodman es Pedro Picapiedra) vale por toda la película, entusiasta adaptación de los celebérrimos dibujos animados. Medios no faltan, pero la cinta tampoco aporta nada a la serie.

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