FESTIVAL DE VENECIA
Clooney: «No quiero ser presidente»
La estrella y director inaugura la competición del Festival de Venecia con la estupenda «Los idus de marzo», un thriller político muy aplaudido
Tiene imagen. De hecho, gracias a ella se pudo labrar una carrera como actor y director. Tiene cerebro —cualquier personaje de la industria del cine que ha trabajado con él así lo afirma—. Y tiene interés por las causas sociales, algo de sobra demostrado. George Clooney, que el pasado mayo cumplió los 50, podría perfectamente convertirse en un político respetado. Incluso en un político que optara a la presidencia de Estados Unidos. Pero a él, en la vida real, no le interesa. Así respondía ayer a ABC en la rueda de prensa del Festival de Venecia: «En cuanto a presentarme a presidente, mira, ahora tenemos a uno que es más listo que cualquiera que conozcamos, más amable y más apasionado, y casi le es imposible gobernar en estos tiempos . ¿Por qué querría alguien dedicarse a eso? Yo tengo un buen trabajo, muy seductor y, por tanto, no me interesa la política… No quiero tener la responsabilidad de tomar decisiones que afecten la vida de la gente».
En «Los idus de marzo» , basada en la obra «Farragut North», que se estrenó en el off Broadway de Nueva York en 2008, la moralidad, el sexo, la ambición, la lealtad, la traición y la venganza son conceptos que confluyen en un thriller político, aunque Clooney, que se pone tras la cámara por cuarta vez, insista en lo contrario. « No versa sobre la política, sino sobre traicionar a tu alma , y por eso podría estar ambientada en Wall Street o en cualquier otro contexto».
La estrella, impecable tanto dentro como fuera de la pantalla, da vida a un gobernador liberal que opta a la candidatura demócrata en las primarias presidenciales de Ohio. Philip Seymour Hoffman es su jefe de campaña; Ryan Gosling (el verdadero protagonista) interpreta a su jefe de prensa y Paul Giamatti es el jefe de campaña del candidato rival dentro del partido. También aparecen Marisa Tomei como incisiva periodista política y la ascendente Evan Rachel Wood en el papel de una intrépida becaria.
¿Y cuál es la trama? Pues al principio, fundamentalmente, el cómo se cuece una campaña política americana, con un diálogo rapidísimo en el que los personajes se enteran de todo a la primera y sin apuntar nada en un papel. De repente, un acontecimiento torna toda la seriedad en culebrón, pero lo hace con la habilidad de no dejar escapar al espectador ni un instante.
Los juegos sucios
En este filme en el que los juegos sucios de la política se hacen patentes de principio a fin —si uno quiere llegar a algo, tiene que pasar por el aro en algún momento y sacrificar su moralidad (por muy alta que sea) quizá (o no) en pos de un bien mayor— Clooney realiza un excelente ejercicio direccional. « Me gusta dirigirme a mí mismo. Así me puedo decir: “Estás muy bien en esta toma, George” . En serio, me gusta dirigir. Es un trabajo muy creativo y con actores como estos resulta muy fácil».
El título, «Los idus de marzo», hace referencia al día en el que Julio César fue asesinado: el 15 de marzo del año 44 a. C . En la obra de Shakespeare toma peso cuando un vidente alerta a Julio César del peligro espetándole: «¡Cuídate de los idus de marzo!», y para George Clooney el juego sucio sigue gozando de plena actualidad. «No creo que esto sea algo nuevo. Ocurre desde los tiempos de Julio César, pero continuamos repitiéndolo, así que representa nuestra propia definición de la demencia».
Además de traiciones, un episodio sexual en el argumento provoca una pregunta sobre Dominique Strauss-Kahn, ex director del Fondo Monetario Internacional: «Yo no le voy a aconsejar en nada . En todos los países hay algún escándalo sexual, sí, pero no voy a aconsejar a nadie que vea mi película».
La erótica del poder o el arte de la seducción. Para Philip Seymour Hoffman, «la vida es el gran acto de seducción, y la seducción en el cine y la política no tienen nada que ver. Hollywood y Washington son muy distintos porque los que gobiernan tienen mucha más responsabilidad que los actores, y su influencia en el resto es mucho más importante». Paul Giamatti puntualiza: «Hay diferencias, pero la línea ahora es borrosa. Hollywood comparado con Washington parece la tierra del caramelo; Washington es tan fiero que Hollywood a su lado es una fiesta de niños».
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