Hazte premium Hazte premium

El director chino Wong Kar-wai y su película «2046» dejan hipnotizado y perplejo al festival de Cannes

CANNES. Tal y como el Festival pronosticaba ayer, se pudo por fin ver proyectada «2046», la recóndita película de Wong Kar-wai. Tal y como había pronosticado el propio director, su película estaba inacabada y, al término de la proyección, cogía camino de vuelta a ese Aleph que es la sala de montaje de Kar-wai. Tal y como el sentido común podía pronosticar, «2046» nunca debió haber estado incluida en la sección competitiva, sino fuera de competición, por tres razones: 1) Una película inacabada compite en desventaja con las demás. 2) «2046» no sólo puede ganar la Palma de Oro; es que, además, es tan impetuosamente apabullante, que es absurdo que no la gane. 3) A la falta de respeto del festival hacia las otras películas al programarla en competición, habría que añadirle, pues, la falta de respeto del jurado al concederle el gran premio..., o al no concedérselo.

El impacto de «2046» es de tal magnitud que ayer borraba de golpe cualquier cosa que anduviera cerca. Difuminó, incluso, la belleza de Charlize Theron o la capacidad de hombre orquesta de Geoffrey Rush, ambos protagonistas de «La vida y la muerte de Peter Sellers», también en la competencia por la Palma.

Ahora, pongámonos de puntillas para andar sobre la película de Wong Kar-wai: la complejidad de tiempos y espacios narrativos, de personajes y acciones, es absoluta. Vaya pues por delante que pretender «entenderla» es del todo infructuoso, casi suicida. No está terminada (las secuencias de arrancada y desenlace están en el esqueleto del ordenador) y probablemente sufra varios retoques de montaje. La historia que se exhala de «2046» está profundamente imbricada con la que se contaba en «In the mood for love» y tiene lazos evidentes y ensortijados con otras anteriores, como «Chungking express» y «Fallen angels»; de tal modo que sólo un conocedor exhaustivo de la obra de Kar-wai podría manejar adecuadamente el tablero de mandos.

El director construye diversas fantasías y romances alrededor del número «2046», que no es tanto un año como un lugar o un estado de ánimo: era el número de la habitación de hotel donde se citaban los no-amantes de «In the mood for love». El mismo protagonista (Tony Leung) entrelaza recuerdos, películas, historias de amor y engarces literarios con Gong Li, Zhang Ziyi, Faye Wong y Maggie Cheung, y todas ellas traen el peso nacarado y argumental de todo su cine anterior, del que han sido protagonistas. Y a la confusión de tiempos y espacios se le añade, también, la propia que aporta la belleza calcada de estas actrices y del doblez de sus personajes.

Pero el hecho de «vivir» la película con una constante interrogación no le quita el menor gramo de asombro. La puesta en escena es inenarrable; la fantasía visual, el encuadre y la creación de secuencias en el interior del plano proponen un cambio no sólo aceptable, sino deslumbrante: entendimiento por sentimiento. De un modo casi físico, «2046» busca su entrada mediante sensaciones reconocibles (desde el optimismo hasta la amargura, la nostalgia o la desesperanza) que organiza y crea mediante la calidez de colores de la imagen, de una música tozuda y sentimentalmente occidental y de unos diálogos arrancados violentamente de cualquier contexto, dejándolos ahí, en la soledad del plano y de los personajes, en la completa hermosura de su desnudez.

«2046» volverá, y será de otra manera. Pero, sea como sea, lo que deje finalmente Wong Kar-wai con el título de «2046» será sin duda una película distinta a todas las demás, salvo a las suyas propias. Tal vez el cine, en efecto, sea otra cosa.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación