Pola Negri, la primera diva de Hollywood a la que devoró el cine sonoro
La actriz polaca dio el salto a la meca del cine gracias a una cuidada estética que fue apoyada por grandes campañas publicitarias
Pola Negri, cuyo verdadero nombre fue Apolonia Chalupiec, nació a finales del siglo XIX en la Polonia perteneciente al Imperio Ruso, en el seno de una familia con ascendencia eslovaca. Su padre fue detenido por el ejército y acusado de conspirar contra el Zar, siendo enviado a cumplir condena a Siberia cuando Pola no era más que una niña.
Ella y su madre se mudaron a Varsovia, para sobrevivir prácticamente en la indigencia. Fue allí donde Negri fue reclutada a la temprana edad de cinco años por el Ballet Imperial ruso, lo que le hizo soñar con un futuro prometedor hasta que una tuberculosis le hizo salir de la compañía por la puerta de atrás. Poco tiempo después comenzó sus estudios de arte dramático, con la mirada puesta en el teatro, donde haría su debut profesional en 1912 a la edad de quince años. Dos años más tarde se estrenó su primer filme, en el que la actriz interpretó el papel arquetípico de «vamp» que le catapultaría a la fama. El término «vamp» hacía referencia a un prototipo de papel femenino, antecesor de la femme fatale del cine negro, que exhibía una sensualidad desmedida a través de la cual manipulaba por placer a los protagonistas masculinos, controlando sus designios, todo ello adornado de numerosas joyas y de una misteriosa estética lúgubre.
El año 1917 supuso su salto a Alemania, donde adoptó el nombre artístico por el que fuera conocida en honor a la poetisa italiana Ada Negri. Allí comenzó trabajando en la compañía teatral del reputado director Max Reinhardt, quien más tarde le puso en contacto con su antiguo alumno aventajado, ahora reconvertido en director del celuloide: Ernst Lubitsch.
Ambos, director y actriz, comenzaron una serie de colaboraciones fructuosas que hicieron tambalear el aplastante dominio de Hollywood en la industria del cine internacional. Para combatirlo, los grandes estudios estadounidenses decidieron invertir sus fortunas en contratar a las estrellas alemanas. De este modo, Pola Negri llegó a Estados Unidos en 1922 de la mano de Lubitsch, siendo la primera estrella europea importada a la meca del cine y abriendo camino a algunas de sus predecesoras como Greta Garbo y Marlene Dietrich.
Desde su llegada, rodeada de una gran campaña publicitaria, el impacto de Pola Negri fue inmediato. Desbancó a los impostados personajes vampíricos de Theda Bara, convirtiendo el prototipo de «vamp» en un prodigio de desenfrenado temperamento pasional que rompía con el recatado moralismo victoriano, consiguiendo su propósito de escandalizar a gran parte de la sociedad americana. Su estrellato siempre atendió más a su cuidada imagen y su actitud transgresora, que a sus dudosos dotes artísticos. En ese momento, Pola Negri tenía un jugoso contrato con la Paramount de 10.000 dólares semanales y se erigía como la actriz más popular del momento. Su vasta fortuna le permitió comprarse en Los Ángeles una mansión que lucía como una réplica de la Casa Blanca en pequeñas dimensiones y su estilismo marcó tendencia en la moda femenina, poniendo de moda los turbantes, así como el hecho de pintarse las uñas de los pies de color rojo.
Su exposición mediática le hizo protagonizar una dura rivalidad con la actriz Gloria Swanson, además de copar las portadas de los periódicos con sus numerosos romances, entre los que se encontraban Charlie Chaplin o Rodolfo Valentino. De su relación con Valentino se dijo que solo había sido una cortina de humo para esconder las inclinaciones homosexuales del que en aquel momento era el símbolo sexual por excelencia. Pero cuando el actor italiano falleció prematuramente a causa de una peritonitis, Pola Negri encontró la excusa perfecta para continuar su escalada mediática. Durante el cortejo fúnebre Negri posó desconsolada junto al ataúd, fingiendo varios desmayos a causa de la histeria y dando a conocer públicamente unos desconocidos planes de boda entre ambos. El truco publicitario fue censurado por la opinión pública y los fans, que lo catalogaron como «la mejor interpretación» que había hecho la actriz, haciendo que su popularidad cayese en picado. Al escándalo en el funeral de Valentino, se sumó el daño que le hizo el nacimiento del cine sonoro, que dejó en evidencia su gutural acento polaco, así como su incapacidad de dominar el inglés. Finalmente, los felices años 20 se terminarían con la implantación del código Hays, que imposibilitó la creación de los personajes de marcado carácter sexual que estaba acostumbrada a interpretar. Todo ello hizo que su carrera terminase de forma estrepitosa.
Sin darse por vencida, Pola Negri inició un retorno a Alemania durante el comienzo de los años 30 para trabajar en los reputados estudios UFA, controlados por Joseph Goebbels. Allí protagonizó algunas películas antes de tener que exiliarse a Estados Unidos durante el inicio de la Segunda Guerra Mundial a causa de sus raíces judías. Pola Negri sobrevivió vendiendo algunas de sus joyas, y una vez en América, consiguió aparecer de manera esporádica en un puñado de películas antes de su retirada en 1945. A partir de ese momento, se alejó del ojo público y pasó largas jornadas de su vida bunkerizada en su masión de Bel Air.
Su enigmática aura hipnotizó a la industria incluso años después de su retiro: Billy Wilder pensó en ella para interpretar el papel de Norma Desmond en 'El crepúsculo de los dioses', pero Negri rechazó indignada el papel por considerar que el director había pretendido hacer una caricatura de ella misma. Vincente Minnelli pretendió que diese vida a la condesa Sanziani en 'Nina', papel que finalmente acabó interpretando Ingrid Bergman, y más tarde, de nuevo Wilder se basó en ella para construir el papel protagonista en 'Fedora'.
Negri falleció a causa de un tumor cerebral del que no quiso tratarse a la edad de 90 años. Se cuenta que en su lecho de muerte, se enfureció cuando un apuesto médico no consiguió reconocer a la diva que había puesto a Hollywood patas arriba 65 años antes.
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