MAR DE FONDO
Luisgé y la moral del sanchismo
En definitiva, no hay dirigente comparable a Sánchez en normalizar la mentira
¿Y de esto qué dice Marisú?
Sánchez tiene un plan ¿y el PP?
Es razonable pensar que haber escrito discursos para Pedro Sánchez ya explica que Luisgé Martín no entienda la catadura moral de su libro 'El odio'. Esa es una seña de identidad fundacional del sanchismo. Da igual si además es una obra absurdamente atroz, como apuntan ... los críticos que ya han tenido que digerir la carroñita. Lo esencial es que el autor en ningún momento llegara a entender que su narcisismo le llevaba a sacralizar la figura del monstruo sin intuir siquiera que Bretón accedió a ello para seguir martirizando a la que fuera su mujer, como ya hizo en vida al quemar a sus hijos. Él sólo era el tonto útil, pagado de vanidad. Y el problema no es que se publique, sino el éxito ya garantizado. Umberto Eco tenía razón en que el mayor castigo para un libro no es el repudio, que al cabo da notoriedad, sino ignorarlo, para que se pudra olvidado en los almacenes.
Hoy el jefe del Gabinete de Sánchez –adonde han llegado después otros tipos como Ion Antolín o Idafe, tan curtidos para el juego sucio de la comunicación política– es el autor de una tesis doctoral sobre las bondades del «engaño» como elemento racionalizador de la política. Un sustituto natural para Óscar López. La ética del engaño, eso es lo que vende como tratante ferial de ideas. No es raro que sedujese a Iván Redondo, impulsor en Moncloa de La Factoría de Relatos Falsos, desde la convicción de que lo real es lo que los ciudadanos perciban como real, sin más. Gana quien imponga su relato y más allá da igual la verdad o la mentira. Lo interesante no es su buen trabajo de historiador, sino las miserias de su huella. Y allí Luisgé Martín se hizo un sitio defendiendo igualmente que está de más decir a la gente la verdad «salvo cuando tiene utilidad». Forman parte de esa casta a la que Hannah Arendt acusaba de la arrogancia fatal que lleva a confundir la verdad con los intereses ideológicos.
A nadie debería extrañarle la eficacia desalmada con la que, desde la misma noche de la dana, allí se pusieron a la tarea de convertir la tragedia en una ventana de oportunidad partidista. Claro que Mazón se lo puso fácil con su papelón calamitoso, pero desde esa misma noche en Moncloa, con el gabinete de crisis reunido a las 21.30, se impuso la consigna de rentabilizar la desgracia, como con el Prestige o el 11-M. Son los mismos tipos que sacaron de allí a Rajoy con una moción regeneracionista apenas media hora antes de que el ponente del discurso, número dos de Sánchez, se convirtiera en el mayor icono de la corrupción en la España del siglo XXI. Lo de menos son las falsedades cada vez más impúdicas con que Alegría o Bolaños dan curso a las falacias de esa élite sanchista de la manipulación. En definitiva, no hay dirigente comparable a Sánchez en normalizar la mentira. A nadie iba a sorprenderle saber que en ese equipo estaba Luisgé Martín, autor de 'El odio' a mayor gloria suya y de Bretón.
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