LAPISABIéN

Sobre Serrat y lo otro

El amor lo aguanta todo, de la resiliencia a la 'espantá'

El reportero, en su descanso

Viejo barrio

Eligió el día de la epístola a la ciudadanía con Serrat en las televisiones. El día del homenaje a un artista muchos años íntegro, tuvo los santos teclados de la arenga y la lástima. Un helicóptero sobrevolaba a la aristocracia del barro (sic), el ... sábado, en Ferraz. El mundo se acababa por encima de los ocho pisos de mi bajo, a 400 metros del lugar de autos, y yo escuchaba a Serrat con la pasión del recuerdo. A cierta hora, cuando ya abandonaban esa nueva plaza de Oriente de adhesiones que es el garaje de Ferraz y alrededores, Madrid era un desfile de paraguas, de simpatizantes sonrientes, ufanos de haber hecho algo, botar, estrechar las manos espídicas de Achilipú Montero, pastorcilla de Fátima mezclada con Marujita Díaz.

Dejé a Serrat, cesó el helicóptero, y salí a las avenidas con mi madre, paralelos a las plañideras prebolivarianas, a ver el espectáculo, en estos días en que Madrid, de repente, me ha desarraigado. Frankenstein en versión de gentío, se movía, buscaba el vermú, con el regusto de haber traído la democracia. Un plan de sábado, que en el nuevo PSOE la conciencia crítica pasa por un escalofrío de Page cuando la conciencia le carcome en mitad de un sueño, y no más.

Mi madre veía ojiplática una ikurriña en mitad de la meseta, y con esa imagen tomará este lunes un tren en Atocha. Carteles enrollados de «Tomelloso con su presidente», y esa parte no representativa de Tomelloso de excursión, con zapatillas de monte y pasándose vídeos de lo que aconteció en Ferraz. El domingo, en el encanto de las vísperas, también me puse con Serrat en la lista de reproducción, pensé en su vibrato machadiano de «pedantones al paño», al paso alegre de la resiliencia o la espantá con amor y sin amor. El dídimo en la garganta llevo.

Escribo cerca de Ferraz. En nada, esto que tecleo y que usted lee, quedará opacado por lo que pase, y envolverá arenques. El amor dice que lo aguanta todo, desde los amagos a los 'hastaluegos'; de la cursilería a matar un mensajero o extender miasmas sobre las togas.

Oigo a Serrat. Pese a sus querencias 'pedrunas'.

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