el retranqueo
El sistema ya no aguanta
La democracia es supervisada por un soviet con maza. ¿Qué puede salir mal?
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La pregunta ya no es hasta dónde está dispuesto a ceder Sánchez. Ni siquiera por qué hace de la fragmentación de España un auto de fe, ni por qué se ha fascinado con un proceso de deconstrucción constitucional con hechos consumados, apariencia legal y metástasis. ... La respuesta es conocida, e incidir en su concepción del poder como único argumento ofrece nula resistencia. Supervivencia, poder y egolatría. De otro modo, Sánchez no pensaría hoy justo lo contrario de lo que aquel otro Sánchez pensaba antes. Conviene no perder tiempo en analizar el proceso volitivo de este fenómeno porque su única base es el cinismo. Sí es imprescindible, en cambio, preguntarse si el sistema aguanta. Si soporta el test de estrés. Si no hay un exceso de confianza, una falsa percepción de seguridad en un modelo que creíamos intocable e infalible. Si creemos en la certeza de que cuando Sánchez se marche la España amorfa recuperará su forma inicial. Si existe ese alguien que reaccione al límite de la resistencia del sistema, si aún respira esa institución no viciada de indignidad que ponga a Sánchez ante el espejo de su declive. Si no es tarde.
Antes, dos portadas fulminaban a un ministro. A un presidente costaba más, pero fue posible con las equis de los gales, las corrupciones varias y el saqueo de fondos reservados. Hoy la política no es inmune al desgaste. Pero cancelando cualquier línea roja, como hace Sánchez, la supervivencia está garantizada. La política carece de moral, pero siempre había un barniz, un maquillaje, un mal menor soportable. Hoy el sanchismo presume, vía enmiendas, de esa carencia de moralidad. Se nos educó en que el sistema dispone de dotes reactivas sólidas para impedir la implosión de la separación de poderes o el principio de igualdad. Pero hasta los garantes de la constitucionalidad visten toga de comisarios, y el corrupto deja de serlo por cuatro tecnicismos inventados. Un soviet con maza. Una secta. El terrorista vuelve a ser un hombre de paz; el fugado, un exiliado al que rescatar de su calvario; y el terrorismo, un blindaje.
Confiamos en que esa vieja normalidad que estamos olvidando retornará tras Sánchez. Que no todo es irreversible. Y los negacionistas del sanchismo aún creen en límites, puertas infranqueables y abusos imposibles de aceptar. Ingenuos. Cuando lo que se produce es la imposición de leyes sobrevenidas para desguazar el sistema, y cuando la posterior reinterpretación de cada norma a manos de sesudos y falsos mesías togados del constitucionalismo consigue deformarla hasta travestir su esencia, todo deja de ser reversible. Ni con otro Gobierno. El PSOE ha renunciado a sus contrapesos internos. Los órganos consultivos dormitan. El Congreso es una extensión de Moncloa. Los jueces y fiscales son marcados con sangre en sus puertas. Y España se edifica desde una sola premisa que no encuentra obstáculos: el intervencionismo identitario al servicio de una única idea de la izquierda. Los racionalistas del liberalismo sostenían que bajo cada democracia subyace un 'deep state' elitista, maniobrero y adinerado que tumba o designa presidentes con un chasquido de dedos para proteger sus privilegios y, de paso, al sistema. Que el BOE es suyo. ¿Alguien lo ve? El sistema se rinde.
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