COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL
La máquina del fango
La máquina del fango tiene un funcionamiento muy sencillo. Todos sabemos cómo ponerla en marcha
Hasta para decir tonterías hay que tener talento, que ya lo dijo Karl Marx —o Mark Twain, o Lincoln, o Keines o mi vecina Carmeluchi, o quien quiera que lo dijese—, es mejor estar callado y parecer tonto que abrir la boca y despejar las ... dudas. Porque a nuestro presidente le colaron en su discurso la 'genialidad' de Umberto Eco y su máquina del fango y ahora lo estará repitiendo, una y otra vez, una carta y otra, hasta que se aprenda otra cita y suelte un pitraco para coger otro. Es lo que tiene citar de oídas, que ya lo decía Goebbels «una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad», o lo que es lo mismo —y creo que es lo que quiso decir Pedro Sánchez, o quien le escriba a Pedro Sánchez— calumnia, que algo queda. Claro que tirar del romancero tradicional español no es tan cool como citar a Eco, dónde va a parar. Pero tampoco en esto fue original el autor de 'El nombre de la rosa', porque la máquina del fango ya estaba en 'El barbero de Sevilla': «La calunnia è un venticello, un'auretta assai gentile, che insensibile, sottile, leggermente, dolcemente incomincia a sussurrar», la calumnia es un ventilador, nunca lo olvide.
Ahí lo tiene, todo está inventado, hasta la máquina del fango con las que se escriben, según Pedro Sánchez, las crónicas en los periódicos de este país. Y es que, debajo de los adoquines con los que construyó su discurso, está la playa. La playa donde se ha puesto en cuestión uno de los derechos fundamentales de toda democracia, de todo ser humano, la libertad de expresión. Lo de siempre, de primero de patio de colegio, que si tú me insultas eres muy malo y si yo te insulto, estoy ejerciendo mi libertad de expresión. No es algo de derechas —ni ultraderechas— ni de izquierdas —o de ultraizquierdas—; es la mezquindad humana que tiende los trapos sucios para que se aireen.
La máquina del fango tiene un funcionamiento muy sencillo. Todos sabemos cómo ponerla en marcha. Lo preocupante no es que cualquier boquete se convierta en trinchera en una guerra. Lo verdaderamente preocupante es que un presidente democrático señale que en este país «existe un desequilibrio» entre las opciones de prensa 'conservadora' frente a las 'voces progresistas', porque se empieza por ahí y se termina por imponer cuotas de opinión y por perseguir al que piense diferente y por la intervención de la prensa. Tampoco es nuevo esto, no se crea. ¿O es que ya nadie se acuerda de que Pablo Iglesias decía que «lo que ataca a la libertad de expresión es que existan medios de comunicación privados»?
La máquina del fango no tiene conciencia ni memoria. Los periodistas, sí. Y por eso son más necesarios que nunca, para salvaguardar la democracia, para garantizar la libertad de expresión, para contrastar, denunciar, analizar desde el rigor, y señalar que el emperador está completamente desnudo, por mucho cariño que le den sus palmeros y por muchas cartas que él les escriba.
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