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Complemento circunstancial

Esclavos de sus palabras

Las palabras no siempre se las lleva el viento, sino que las devuelve convertidas en tormentas, o en tormentos

Yolanda Vallejo

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Es muy cansado ser progre las veinticuatro horas del día. Muy cansado y muy difícil, sobre todo, si el carnet de guay lo ha sacado uno por los pelos y lleva el temario cogido con alfileres. Que sí, que la teoría es fácil, basta con ... memorizar unos cuantos conceptos y luego soltarlos en el momento adecuado —como hacía el Pillo en el Falla cuando gritaba «Caaai» en mitad de un pasodoble— para ser un progre de manual: animalista, feminista, ecologista, inclusivo, buenista, pacifista, abolicionista… El problema viene cuando se escarba un poquito y se nos ve el pelo de la dehesa, porque no se puede estar fingiendo todo el rato y porque la cosa woke no se la cree ni quien la inventó. Esas cosas pasan, gente de izquierdas —y mucho de izquierdas— con seguros médicos privados, con los hijos matriculados en los colegios más exclusivos, con casopolones de lujo, gente que utiliza términos como «maricón», «moro», «subnormal» en la intimidad —y no solo— y que luego se rasgan las vestiduras y se mesan los cabellos lamentándose de lo facha que se ha vuelto este país.

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