Complemento circunstancial
Esclavos de sus palabras
Las palabras no siempre se las lleva el viento, sino que las devuelve convertidas en tormentas, o en tormentos
Es muy cansado ser progre las veinticuatro horas del día. Muy cansado y muy difícil, sobre todo, si el carnet de guay lo ha sacado uno por los pelos y lleva el temario cogido con alfileres. Que sí, que la teoría es fácil, basta con ... memorizar unos cuantos conceptos y luego soltarlos en el momento adecuado —como hacía el Pillo en el Falla cuando gritaba «Caaai» en mitad de un pasodoble— para ser un progre de manual: animalista, feminista, ecologista, inclusivo, buenista, pacifista, abolicionista… El problema viene cuando se escarba un poquito y se nos ve el pelo de la dehesa, porque no se puede estar fingiendo todo el rato y porque la cosa woke no se la cree ni quien la inventó. Esas cosas pasan, gente de izquierdas —y mucho de izquierdas— con seguros médicos privados, con los hijos matriculados en los colegios más exclusivos, con casopolones de lujo, gente que utiliza términos como «maricón», «moro», «subnormal» en la intimidad —y no solo— y que luego se rasgan las vestiduras y se mesan los cabellos lamentándose de lo facha que se ha vuelto este país.
A Maru Limón —que tiene nombre de copla— la traicionó su subconsciente —o quizá el consciente— y se dejó llevar por la histeria colectiva que provocó María Jesús Montero a su llegada a Huelva. Paró las aguas, como Moisés, y se produjo el milagro. La líder del PSOE onubense se dejó llevar y le salió lo que lleva dentro: alguien que hace chistes sobre el Alzheimer como si esta enfermedad fuese una gracia. Luego, claro, tuvo que retractarse, por aquello de que uno es esclavo de sus palabras y pedir disculpas: «Lamento que alguien se haya ofendido». Pues sí, Maru Limón, ese comentario ofende y tú deberías saberlo si es que sufres «esa enfermedad en casa cada día». Pero ya se sabe, uno es feminista porque tiene madre, otro es inclusivo porque su asistenta es peruana y aquel es el más guay de todos porque sus mejores amigos son mariquitas. Lo de siempre.
A Karla Sofía Gascón se le ha roto el sueño americano por unos comentarios racistas y ofensivos que han dinamitado sus posibilidades de alcanzar un Oscar. El que esté libre de pecados puede tirar la primera piedra, pero los comentarios de la actriz trans seguirán ahí. Unos comentarios por los que ha pedido tibias disculpas, «quizá mis palabras no sean las correctas, muchas veces por desconocimiento o por pura equivocación», y por los que pone de manifiesto lo que le decía al principio: es muy complicado ser políticamente correcto —o como se diga— las veinticuatro horas del día.
Dice Gascón que es «un ser humano que comete errores». Como todos, ahí estamos de acuerdo; pero lo que no dice es que, bajo la bandera de la integridad, de la superioridad moral, del dedo que acusa y del «yo sí, y tú no» hay una cosa que nos enseñaron los romanos: Scripta manent, y las palabras no siempre se las lleva el viento, sino que las devuelve convertidas en tormentas, o en tormentos, Maruja Limón.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete