COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL
Sí que nos entienden
Porque en la mofa a su acento van siglos de discriminación social, cultural y económica
A David Broncano todo el mundo lo entiende desde que está en la televisión pública española. Nadie cuestiona su acento, aunque —eso sí—todos se apresuran a decir que es gallego, que sus padres son madrileños y que lo de Orcera, en Jaén, no fue ... más que un complemento circunstancial en su vida, que exagera su manera de pronunciar solo para llamar la atención. Tampoco le cuestiona nadie que dijera en su programa que el acento de Murcia «es peor que tener una ETS», porque el tipo les cae bien y porque él mismo se define como un 'pachacho'. Esa es la clave para entenderlo. La glotobofia —que no es otra cosa que la discriminación por el acento— tiene sus normas, y sus excepciones. Aceptamos que Broncano abuse de su acento andaluz porque se dedica al entretenimiento, porque es «gracioso» y porque dice que los murcianos hablan «peor» que los andaluces. No se acepta, sin embargo, que una jerezana —aunque sea historiadora del arte, o precisamente por eso— salga en la televisión nacional ceceando y diciendo «escúchame, Mari» mientras recorre Salamanca deteniéndose en sus rincones más literarios y explicándolos a la perfección, con una capacidad hipnótica de comunicación.
«El problema es que no he entendido una palabra. Quizá vaya mejor para Canal Sur, que seguramente la entiendan», «que pronuncie mejor», «los andaluces no hablamos así», eran las opiniones generalizadas en las redes sociales tras la emisión de 'El condensador de Fluzo' en la 2 de la televisión española. Muy graciosa Sandra Morales, sí, pero que se quede en su casa o que haga lo que siempre han hecho los andaluces en la televisión: de criada, de portero, de vago, de analfabeto, de cateta… no vayan a pensar más allá de Despeñaperros que aquí sabemos hacer algo más que tocar las palmas y dormir la siesta. Porque la glotofobia, o como se llame eso, no es la discriminación a una lengua en sí, sino a sus hablantes y, siempre, por razones que no tienen nada que ver con el ceceo o el seseo.
A María Jesús Montero no le perdonan que diga «negoziasione» y «converzasione». Se quedan en eso, en el afrecho, con toda la harina que acumula la ministra de Hacienda. Porque en la mofa a su acento no va una crítica a la gestión del gobierno de España, sino que van siglos de discriminación social, cultural y económica; siglos en los que los andaluces hemos tenido que disimular o esconder nuestra manera de hablar para que no se cuestionara nuestra formación y nuestra preparación, para no ser españoles de tercera.
Lo decía Manu Sánchez el pasado sábado en Canal Sur, y lo ha dicho en multitud de ocasiones: «Yo sé que a mí se me entiende perfectamente, es más, el problema no es que no me entiendan, sino que se me entiende perfectamente». Ojalá que Sandra Morales pueda seguir haciendo lo que mejor sabe hacer, divulgar la historia del Arte y del patrimonio, sin que nadie cuestione su acento, ni se paren a distinguir —Machado, que era andaluz, lo sabía— las voces de los ecos.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete