COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL
Qué culpa tiene el tomate
El campo no es solo para hacer senderismo, ni para hacerse fotos en Instagram disfrutando del fin de semana en una casa rural
Una, que va teniendo ya edad como para contar batallitas de camiones volcados en la frontera francesa y de ataques al campo español, también tiene memoria para recordar el fandango del tomate y la lata. Porque ¿qué culpa tiene el tomate?, nos andamos todos preguntando ... desde que Ségolène Royal -a la que Zapatero tenía en un pedestal porque era «el futuro» y representaba «otra forma de ser y otra forma de gobernar»- ha declarado que nuestros tomates son incomestibles dando a entender que toda la política agraria de nuestro país es una «porquería», como diría la chirigota del Sheriff. Y es que, como decía la copla, siempre llega «un malaje» a dar la lata, y en esta ocasión, ha sido la exministra francesa de Ecología, Desarrollo Sostenible y Energía, la que ha abierto la cajita de las ofensas y la que, de paso, ha corrido un tupido velo sobre la política de Sánchez y sus socios -o no tanto- de gobierno.
Porque desde el pasado miércoles no se habla de otra cosa más que de los tomates y de las corteses maneras con las que nuestro Gobierno ecologista, animalista, diverso, plural, y súper guay ha contestado a Royal. Nuestro tomate, según Pedro Sánchez, es imbatible, tanto que «le invito -le decía a la francesa- a que venga a España y a que pruebe cualquiera de las variedades de tomate español». Claro, le hacemos una cata de tomates y luego, como somos todos tan civilizados y tan fantásticos, nos echamos unas risas y aquí no ha pasado nada. Nunca pasa nada. Pero lo que pasa realmente es que el Gobierno de España no defiende el campo español, y no lo defiende porque se queda siempre con las hojas y no con los rábanos, porque las declaraciones de Royal son una pamplina frente a las que ha realizado el primer Ministro, Gabriel Attal, sobre la presunta deslealtad española, que ha encendido la mecha en los agricultores franceses hartos también de la política agraria de Attal.
Y es que el campo no es solo para hacer senderismo, ni para hacerse fotos en Instagram disfrutando del fin de semana en una casa rural con desayuno de pan de masa madre, huevos frescos de gallinas criadas en libertad y leche recién ordeñada de vacas alimentadas con pasto silvestre, ni para hacer de la berrea un espectáculo turístico. El campo es mucho más, aunque al Gobierno y sus socios no les guste -tampoco parece gustarle a la política francesa- y los agricultores españoles y franceses lo saben. Y también saben que ellos no son el enemigo.
Por eso la culpa no es del tomate, ni de las fresas, de los frutos rojos. La culpa no es de la sequía ni del combustible. La culpa es de esta política marciana que cree que las patatas crecen en bolsas de plástico en los supermercados, que los aguacates se crían untados en las tostadas y que las naranjas se recogen ya exprimidas y envasadas.
Después nos quejamos de que nos critiquen.
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