Complemento circunstancial

Cuéntame un cuento

La película quiere reescribir tantas cosas que ha terminado ofendiendo a todo el mundo

Yolanda Vallejo

A la factoría Disney le han crecido los enanos con la versión live-action de la que fue su buque insignia. 'Blancanieves' es mucho más que un remake del clásico animado de 1937 y muchísimo más que la versión del cuento popular que escribieron los ... hermanos Grimm en 1812. Desprovista de toda la crueldad y de todos los peligros, la almibarada Blancanieves de los dibujos animados se había convertido en la imagen icónica de los clásicos Disney; a partir de ahí, el imperio de las princesas había evolucionado en la medida en que la sociedad lo reclamaba: princesas guerreras que no necesitan a los príncipes más que como animales de compañía, madrastras frustradas que llevan en el pecado su penitencia y su castigo, sirenitas afroamericanas… ya sabe, reinventarse o morir, aunque sea de éxito.

Pero lo de 'Blancanieves', simplemente, se les ha ido de las manos. Se han perdido en el bosque de la corrección y les ha salido una versión del cuento clásico que nada tiene que ver con el original. 'Snow Woke' la ha rebautizado la crítica por el abuso —innecesario— de mensajes politizados y de tópicos del buenismo que van mucho más allá de la elección de las actrices —que Blancanieves tenga que explicar que su nombre no es por el color de su piel ya dice mucho de todo lo demás— o del giro argumental que convierte al príncipe en lo peor de lo peor, en un estorbo. La película quiere reescribir y reconducir tantas cosas para contentar a todo el mundo que, por no ofender a nadie ha terminado ofendiendo a todo el mundo.

Es lo que pasa cuando se buscan atajos. Para no levantar ampollas, Disney ha optado por recrear mediante inteligencia artificial a los siete enanitos que dan cobijo a Blancanieves. Y ahí es cuando han cometido el mayor error. Convertidos en personajes «mágicos», a la misma altura que los pajaritos y los cervatillos animados, la película consigue invisibilizar por completo a las personas con acondroplasia, —no hay nada de malo en que un enano interprete a un enano, ¿no?— dejando entrever que esta discapacidad física está más cercana al pensamiento mágico que a la realidad. Mal asunto. Porque si uno hace una versión de 'Blancanieves y los siete enanitos', blanqueando y mutilando hasta el título, corre el riesgo de convertirse en una parodia, en un proyecto sin identidad, un catálogo del bienquedismo que impera en la sociedad. Un mundo tan edulcorado como irreal.

Algo parecido a lo de nuestro presidente con lo del rearme europeo. «No comparto ese término. Creo que tenemos que dirigirnos a nuestros ciudadanos de otra manera». Claro, no vaya a ser cosa que alguien se ofenda o se asuste o se escandalice de que el rearme se llame rearme y la guerra se llame guerra. No se han acabado los cuentos, este Gobierno sigue intentando adormecernos con su paternalismo y su beso de buenas noches para que nada nos quite el sueño, pero se ha convertido en nuestra peor pesadilla. Así nos va.

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