Veladores que son amores inconfesables
Vecinos y hosteleros son enemigos íntimos que nunca se pondrán de acuerdo
Los tanques seguirán saliendo a las calles de Sevilla. La nueva ordenanza de veladores, que ha costado lo suyo, contempla la posibilidad de sacar bebidas del establecimiento; vamos tomarse la cervecita al solito como todos hemos hecho alguna vez. Porque seamos sinceros, de esta ecuación ... no se escapa ni un sevillano ni forastero que haya recalado por nuestra ciudad. Sea con o sin alcohol, con avellanas o 'chochos', todos, sin exclusión, hemos parado alguna vez en la puerta del bar de siempre para refrescarnos el gaznate de pie con el vaso en la mano y sin una pistola en la sien que nos obligue.
Por eso, era de cajón que esa realidad, que se borró de un plumazo por causa mayor como fue una pandemia mundial, acabara recogiéndose de alguna manera en la ordenanza municipal, que además amplía el espacio libre que debe existir para que los peatones no tengamos que saltar literalmente por encima de los veladores o incluye nuevos negocios como los que proliferan en esta moda gourmet de los mercados de abastos.
Si se lee detenidamente el texto aprobado esta pasada semana y el que estuvo en vigor más de diez años, los cambios introducidos buscan responder a algunas de las demandas de las dos partes en conflicto: vecinos y hosteleros. Dos enemigos íntimos que nunca se pondrán de acuerdo porque sus intereses simplemente son opuestos. A unos les va el negocio en ello y a los otros, el sueño.
Enemigos en la intimidad porque el mismo vecino que protesta por tener el portal de su vivienda colonizado por las mesas y las sillas del bar, se habrá tomado más de una tapa en otras terrazas que a su vez molestan en otras calles y barrios. Y me apuesto lo que sea a que el hostelero preferirá vivir encima de una mercería antes que pisar el techo de una discoteca.
Probablemente esa imposibilidad de acuerdo y el miedo a pagar un peaje electoral posibilitó que la anterior norma, que fue claramente insuficiente para frenar los excesos más que evidentes en la ocupación de la vía pública que se sufren en calles como Mateos Gago, no la tocara el PSOE. Un partido, ahora en la oposición, que apela al manido recurso de la falta de consenso con los vecinos para justificar su perenne voto contrario en el pleno municipal, cuando sabe de sobra que contentar a ambas partes es literalmente imposible. A lo sumo, se pueden arañar acuerdos que satisfagan en parte a unos y otros. Por eso, apelar a ese consenso de fantasía para justificar el voto contrario es tramposo.
Una se pregunta si alguna vez será posible que los partidos de distinta ideología lleguen a los consensos que reclaman para la ciudadanía, dejando a un lado los tacticismos políticos que sólo les interesa a ellos.
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