La pasarela que dignificó los lunares
Simof ha sido un revulsivo para sacar la moda flamenca de los talleres a puerta cerrada y convertirla en industria floreciente
Me bebía con el café reposado de los domingos la entrevista que le ha hecho mi admirada Mercedes Benítez a Raquel Revuelta en este periódico y en la que ambas hacían repaso de la trayectoria de la pasarela flamenca Simof. Un acontecimiento de moda que ... ha logrado dignificar la industria de los lunares; aquella que se hacía antaño en talleres domésticos a puerta cerrada y que hoy es la base de un buen número de creadores, costureras y firmas que se venden a nivel internacional. Lo que viene a ser Marca Andalucía en letras grandes y brillantes.
Esa progresión que ha experimentado la moda flamenca en las últimas décadas es un ejemplo de manual de las capacidades que tiene esta tierra cuando apuesta por lo propio para crear un motor económico que genere beneficios que reviertan en la sociedad, que a fin de cuentas son las consecuencias que producen las actividades económicas que no están en la zona sumergida del euro.
Recordaba al respecto Revuelta que los inicios de Simof no fueron fáciles porque impusieron como requisito para presentar los trabajos que se estuviera regularizado y bien lejos de la letra B. Admite la empresaria que no eran muchos porque hace tres décadas lo habitual era acudir a la señora que cosía en su casa y que a través del boca a boca se había granjeado cierta fama de hacer vestidos bonitos. Las tendencias tardaban años en cambiar y los estilos diferían en el largo del talle, el número de volantes y poco más. Nada que ver con la Cibeles de lunares que se monta cada año en este salón internacional en el que se muestra un festival de telas, cortes e inspiraciones fruto de un número cada vez más alto de diseñadores que apuestan por lo local para crear moda que se exporta mucho más allá de Andalucía.
Y este salto cualitativo sin precedentes se ha hecho tomando como base un traje regional. Estamos tan acostumbradas, sobre todo nosotras, a vestirnos cada primavera, que se nos pasa por alto la genialidad que supone construir este universo con un vestido de esencia tradicional, que nace para ser puesto unas pocas veces al año y que a priori no sería un producto atractivo para hacer negocio. Pero Simof ha sido el escaparate que ha generado la necesidad en tantas mujeres de estrenar un vestido cada Feria, llenando los percheros de sus casas y alimentando así una industria que al salir a flote revierte en todos los contribuyentes. Un círculo prodigioso, hecho en Sevilla, en Andalucía.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete