No, no te lo mereces

No, no nos merecemos a esos políticos que obvian de manera grosera su deber de servicio a la sociedad, anteponiendo sus guerras partidistas al interés general. España no puede ser el terreno de juego para unas organizaciones que sólo persiguen la ventaja sobre el adversario.

El gobierno de la Comunidad Valenciana falló estrepitosamente al no avisar a tiempo a la ciudadanía de la que se le venía encima y en la gestión de la emergencia cuando el recuento de los cadáveres no había hecho más que empezar. Escuchar al presidente Mazón que había pedido inicialmente la ayuda de 500 militares con miles de vecinos sin luz, ni agua, acorralados por los escombros y con centenares de víctimas atrapadas en sótanos y garajes, resulta bochornoso; de supina ineptitud.

No, no nos merecemos que ante la incapacidad manifiesta del Gobierno valenciano, a la vista de cualquiera, el Estado se quedara sentado esperando. Según el presidente Sánchez, a que pidieran ayuda. ¿Acaso no escuchaban los gritos desesperados de los ciudadanos?

Este Estado de Derecho tiene herramientas suficientes –ya lo vimos en pandemia– para que desde Madrid se tomen las riendas. Dejar que las horas pasaran sin movilizar recursos mientras los valencianos se ahogaban en el fango de la desesperación, es repugnante.

Frente a la incapacidad de los gobiernos autonómicos y estatal, el pueblo se autorganizó para abrir calles, limpiar aceras, enviar los primeros auxilios o trasladar víctimas. Decenas de miles de contribuyentes a los que el Estado y su Comunidad les han dado la espalda cuando más lo necesitaban. Los mismos a los que, en cambio, persiguen sin aliento si se les ocurra retrasarse tan siquiera un día en el pago de un impuesto.

No, tampoco nos merecemos a esos difusores de bulos, que no callan con sus mentiras a pesar de la dimensión de la tragedia. Ni a esos agitadores que desde columnas de opinión incendiarias sólo persiguen añadir más leña a una pira en llamas. Tampoco a esos periodistas palmeros, afamados en limpiarle la cara a su político amigo. Ni por supuesto a esos miserables saqueadores que rebañan entre los escombros como alimañas. Reconforta que en mitad de tanta miseria, este pueblo tenga un Rey que intenta apaciguar a la turba mientras le llueven piedras sobre la cabeza.