La ciudad que no cuida de sus escenarios
El Lope de Vega y ahora el auditorio Rocío Jurado son símbolos hechos jirones de una desidia que nos cuesta mucho dinero y prestigio
Sevilla presume de agenda social imposible, de acoger al mismo tiempo tres conciertos, un partido de fútbol y cinco procesiones sin despeinarse. Puja por ser una de esas urbes con fama mundial de que nunca descansa. Pero detrás de toda esa parafernalia hay una realidad ... mucho más provinciana, cortoplacista y que avergüenza lo suyo. Porque sí, porque estamos también en la misma ciudad que no cuida de sus escenarios.
Lo ocurrido hace un par de noches en el auditorio Rocío Jurado es responsabilidad de quien decidió hacer una pira dentro; pero también de quien debió haber vigilado esas instalaciones municipales y no lo hicieron. En ABC son innumerables las crónicas advirtiendo del abandono que presenta buena parte del legado de la Expo. Como vecinos de la Cartuja, esta redacción es testigo diario de cómo espacios con una enorme potencialidad para la ciudad como los jardines de Guadalquivir o el Canal de la Expo están despojados de cualquier vida y a merced de quien sólo se entretiene destruyendo. Ver las llamas devorando parte del auditorio que guarda los recuerdos de miles de sevillanos fue sólo la confirmación de qué poco le duele a algunos el patrimonio de esta ciudad.
Hace dos años y medio que no se celebraba un concierto allí. Un escenario que había albergado a estrellas internacionales pero que se vio atrapado en una maraña judicial entre el Ayuntamiento y la anterior concesionaria. Como todo lo que acaba judicializado en este país, el reloj de los plazos se detuvo y los tiempos se fueron alargando. El Ayuntamiento salía rápidamente este fin de semana a subrayar que apenas habían recuperado el edificio hacía un mes. Tiempo insuficiente para licitar y adjudicar un contrato de seguridad, pero sí para que la Policía Local hubiera intensificado la vigilancia en esa zona o para que Lipasam hubiera despejado de basuras y enseres el interior; unos elementos que, por cierto, sirvieron para que el fuego prendiera con más fuerza.
El auditorio Rocío Jurado es el capítulo que sigue al vandalizado Lope de Vega. El teatro que debía ser el corazón de las artes escénicas de esta ciudad, acabó reconvertido en hogar de okupas. Antes de poder sacar adelante los presupuestos, el Gobierno de Sanz ordenó a la Policía que vigilaran de cerca el inmueble para frenar el saqueo de sus estancias. Hoy ya hay un proyecto de rehabilitación en marcha que costará millones y que a buen seguro hubiera sido menos gravoso si no se hubiera entregado al enemigo íntimo de esta bendita ciudad: el abandono.
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