sevilla al día
Los caciques de Rufián
La memoria selectiva del diputado olvida el histórico laissez faire, laissez passer que se ha tenido con los gobiernos nacionalistas catalanes
La paradoja se disfrazó la semana pasada de diputado catalán, que a diario, desde un púlpito pagado por todos los españoles, trabaja por separarse del Estado que le da de comer. Es la grandeza de la democracia donde conviven antagónicos con los que alguna vez ... se puede llegar a estar de acuerdo. Y a mi me ocurrió hace unos días con Gabriel Rufián, si bien con algunos matices.
El hijo de inmigrantes andaluces se refirió al retraso que sufre Andalucía con respecto a otras comunidades y lo vinculó a «40 años de caciquismo». Fue su manera, y a su estilo, de negar que la brecha económica que sufren los del sur con respecto a los del norte, sea responsabilidad de Cataluña sino más bien de nosotros mismos. Fue curioso cómo la portavoz del Gobierno de la Junta, Carolina España, salió a afearle sus palabras mientras que en la bancada del PSOE, sólo saltaba como un resorte Susana Díaz. Curioso, digo, porque puestos a mirar hacia atrás, Rufián señalaba con dedo grueso a los socialistas que son los que han gobernado durante décadas en Andalucía, frente al quinquenio de los populares. Pero lo dicho, salvo Susana Díaz, los socialistas no se dieron por aludidos y de paso no molestaron a uno de los socios claves para sostener al pope Pedro Sánchez.
Pero seamos francos, estamos tan cansados de que nos relacionen con la siesta, la pandereta y el atraso sistémico, que hemos perdido la capacidad de autocrítica. Sí, Rufián tiene razón en que la situación de Andalucía en buena parte es culpa de nosotros mismos por haber sucumbido a redes clientelares en beneficio propio; un sistema que laminó la alternancia política que reduce las probabilidades de lucro. Por mucho que se trate de reescribir la historia de lo que aquí pasó durante demasiado tiempo, ocurrió y fue responsable de que se frenara el avance que debió sacar del vagón de cola a nuestra tierra.
Pero también es cierto, y es aquí donde la memoria de Rufián se vuelve interesadamente olvidadiza, que la debilidad de los gobiernos centrales ha permitido que durante décadas el nacionalismo catalán se beneficiara de ese 'laissez faire, laissez passer' que enriqueció no sólo a la familia Pujol a cambio de mantener las ínfulas independentistas a raya. También hemos sufrido y seguimos sufriendo la poca sofisticada política de mantener contentos a los socios del norte que hizo priorizar unas inversiones sobre otras que nos ha llevado hoy en día a tener deficiencias crónicas en materia de infraestructuras que complican el crecimiento económico y social. El concierto fiscal con Cataluña es el último episodio que ahonda en la desigualdad entre ciudadanos que está en el germen de cualquier nacionalismo.
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