la tribu
La sierra
Buen pan, buen vino, extraordinarias viandas, lo mejor del cerdo y lo mejor de la tierra
Mucho más que el verano, de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche te llama el otoño, quizá porque era otoño cuando la necesidad laboral te dejó aquel duro ensayo de orfandad a tus ocho o nueve años, cuando tu padre besó a todos ... los de la casa y, emocionado, subió al camión que se lo llevaba a Aracena, donde abriría un puesto de aceitunas de molino. Otoño duro y duro invierno. Te acostabas con miedo de desamparo y con miedo de desamparo te dormías. ¿Cuándo volvería el padre? Un día llegó un ayudante de camión y trajo señales suyas en una espuerta con nueces, castañas y unos chorizos, y se la dejó a tu madre: «Esto me lo ha dado Antonio para los niños…» La sierra, esa sierra, junto al dolor de la ausencia del padre, empezó a ser, además, un mundo de nuevos sabores. Desde entonces, hasta hoy. Tus amigos de Aracena, con la memoria de José Tachín, Pepe Orquín y José María Franco, se hace afecto apretado en nombres que están en la amistad y el cariño: Alberto Germán, Lola González, Alfredo Martín, José Vicente, Segundín Canterla (vaya empresa ejemplar que ha conseguido Segundín junto a Esperanza, y vaya calidad en productos del cerdo y quesos asombrosos…) Y de postre, Confitería Rufino.
Esta sierra se te fue metiendo más por Cortegana, primero, con grandes amigos que siguen censados en tu corazón después de casi medio siglo. Y, en la belleza del paisaje, Aroche, Linares, Los Marines, Fuenteheridos, Alájar, Galaroza, El Castaño… Y Almonaster. Entre Aracena, Cortegana y Almonaster tienes casi todo el cariño en este paisaje único. Y en otoño fuiste, has vuelto, para ver en el boque una silenciosa otoñada que, aunque verde, calla la pena de un castañar casi sin frutos, la tristeza de lechos secos de viejos arroyos que cantaban en este tiempo y un sol que viene escapado del verano y no deja que la naturaleza sea la que tiene que ser ahora y, tras las lluvias generosas -aquí ha llovido bien, aunque no bastante-, haga frío y puedas ir con tu amigo Pepín a buscar pinateles a las honduras de los pinos que los guardan. Esta Sierra de Aracena y Picos de Aroche es tu norte del sur, que en nada envidia este paisaje a los verdes apretados de Cantabria, Asturias o Galicia. Y ahí mismo, ahí mismo. Buen pan, buen vino, extraordinarias viandas, lo mejor del cerdo y lo mejor de la tierra. Y su gente. Y su paz. Y su silencio. Y su vida, cuasi de abierto cenobio. Esa sierra, con la que Sevilla se aquerencia como te aquerencias tú, es el paraíso que nadie nombra tal. Lo piensas cuando el sol de la media tarde multiplica los oros del castañar, en las ramas y en el suelo, y otras luces, allá lejos, empiezan a vestirse de noche, como si tuvieran que cruzar la Raya -memoria de otra necesidad- con paso contrabandista…
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete