El termómetro del optimismo
Está ocurriendo con la pretemporada futbolera de los equipos sevillanos lo mismo que con la climatológica: Que un día nos levantamos con las calores a tope y otra mañana tenemos un frío que pela. Un día se pierde un partido y parece que no hay nada que hacer y, al siguiente, si se gana o si se juega bien, ya es que se sueña con ser campeones y arrasar a todo el que se ponga por delante. Ni l uno ni lo otro. Ni el «só que te pare» ni «arre que te pego». Pero el fútbol, en ese aspecto, siempre ha sido de esta forma: Un gol a favor pone alas en las botas de los peloteros y en la grada y uno en contra los manda al infierno; un partido malo lo salva un resultado y otro buenísimo lo hunde el marcador. En pretemporada vale tanto el resultado como el juego, pero en la competición, romanticismos aparte, lo que sirve y permanece es el tanteo, los puntos que se suman y el puesto en la clasificación que se alcanza. Todo lo demás es literatura.
Betis y Sevilla encaran ya la temporada. Las fechas se queman a mayor velocidad de la que quisieran los que están de vacaciones y se hacen eternas para los que andan en el tajo. Pero el uno de setiembre, y su absurdo parón hasta el quince después de abrir la campaña, ya es con fuego real, ya el experimento de cada encuentro tiene que ser con champán y no con gaseosa; ya el error que se tenga, el partido que se vaya, el que se pierda o el que se gane, permanece. Y la suma decide.
Ahí es donde el termómetro del optimismo encuentra su verdadera medida, su valor. Y ojalá que lleguen las calores de los triunfos a los dos barrios.
fdezdecordoba@abc.es
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