Tribuna Abierta
‘Caballo verde para la poesía’ una revista de encrucijada
Fue de vida corta —pues no pasó de los cuatro números aparecidos en el transcurso en otros tantos meses— pero de mucho alcance y significación poéticos
![Rogelio Reyes: ‘Caballo verde para la poesía’ una revista de encrucijada](https://s2.abcstatics.com/abc/sevilla/media/opinion/2021/06/06/s/Poesia-imagen-tribuna-kZY--1248x698@abc.jpeg)
En un café del Madrid valleinclanesco de ‘Luces de Bohemia’ un joven admirador de aquellos genios de la ‘poetambre’ nocturna se decide tímidamente a terciar en la conversación que Max y don Latino mantienen con Rubén Darío. Y le recuerda con unción al gran poeta ... nicaragüense unos versos que el propio Rubén, adormecido por los efectos del ajenjo, confiesa, aunque sean suyos, no recordar en modo alguno.Al inquirir Max dónde se habían publicado, el joven respondería resuelto que tales versos no habían llegado nunca a ver la luz, que se habían quedado en puro manuscrito, pues «iban a ser publicados en una revista que murió antes de nacer».
Con tan ingeniosa salida, Valle ironizaba, como es obvio, sobre lo efímero de tantas revistas nacidas con muy buenos propósitos pero no siempre con buenos resultados en aquella España de las primeras décadas del siglo XX. En el fondo se estaba haciendo eco del papel angular que el mundo de la revista había jugado en la vida literaria de aquel tiempo como impulsor de las propuestas más innovadoras y brillantes de la creación lírica. Tanto y en tal grado, que sus páginas iban anticipando casi siempre las novedades que poco después acabarían por plasmarse en libros auténticamente canónicos. No es posible, pues, comprender el rico entramado de nuestra mejor poesía contemporánea sin esa intrahistoria que discurre por el cauce de las grandes revistas del momento.
Acabamos de comprobarlo una vez más con la reciente presentación en nuestra Academia de Buenas Letras de una edición facsimilar de ‘Caballo verde para la poesía’ publicada en nuestra ciudad con el sello de Ediciones Ulises y precedida de un excelente prólogo del reputado hispanista italiano Gabriele Morelli. ‘Caballo verde para la poesía’ fue una revista de extraño nombre, de vida corta —pues no pasó de los cuatro números aparecidos en el transcurso en otros tantos meses— pero de mucho alcance y significación poéticos. Editada con el primor tipográfico y el buen gusto propios de la imprenta que Manuel Altolaguirre y Concha Méndez tenían por entonces en la madrileña calle Viriato, el primer número vería la luz en octubre de 1935, y el cuarto y último en enero de 1936, en un agitado contexto político precursor de la inmediata Guerra Civil y en medio de un apasionado debate intelectual sobre el valor y la vigencia de la ‘poesía pura’ de Juan Ramón Jiménez, la más alta expresión en España de la idea orteguiana de la deshumanización del arte. De ahí que la dirección de la nueva revista se ofreciera a Pablo Neruda, recién nombrado cónsul de Chile en Madrid, cuya ‘poesía sin pureza’ había irrumpido en las letras hispánicas con una fuerza expresiva y una creatividad metafórica que fascinaron a los entonces todavía jóvenes poetas del 27, a punto ya de ir liberándose de la tutela poética del autor de ‘Platero y yo’ y de apostar por una poesía ‘rehumanizada’.
Ahondando en esa dimensión ‘humana’, rompedora y comprometida con el mundo del autor de ‘Residencia en la tierra’ y de la imponente energía de su lenguaje, García Lorca lo presentaría un día en la Universidad de Madrid como un poeta que estaba «más cerca de la muerte que de una filosofía, más cerca del dolor que de la inteligencia; más cerca de la sangre que de la tinta. Un poeta lleno de voces misteriosas que, afortunadamente, él mismo no sabe descifrar». Y Miguel Hernández diría que su voz era «un clamor oceánico que no se puede limitar, un lamento demasiado primitivo y grande que no admite presidios retóricos».
La beligerancia de Neruda contra el vigente canon de la ‘poesía pura’ se dejaba sentir con pasión en el editorial que abría el primer número de la revista, un auténtico manifiesto en defensa de una alardeada impureza estética trufada de desahogos verbales: «Así sea la poesía que buscamos, gastada como por un ácido por los deberes de la mano, penetrada por el sudor y el humo, oliente a orina y a azucena[…] Una poesía impura como un traje, como un cuerpo, con manchas de nutrición, y actitudes vergonzosas…»
Esa retadora fraseología y la militancia comunista de Pablo Neruda le darían más tarde a la revista una imagen política que en verdad nunca tuvo en su contenido poético, mucho más equilibrado y ecléctico de lo que tales palabras podrían hacer suponer, ya que a pesar de la desmesura verbal del chileno, en sus páginas convivían sin reserva alguna poetas de las más variadas tendencias. Una convivencia que si en el orden estético fue del todo posible en aquella riquísima encrucijada cultural de la España de los años treinta, no lo sería, por desgracia, en el terreno de la vida política, abocada de inmediato al conflicto fratricida que abortaría el quinto y nonato galopar de aquel prometedor caballo verde.
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