El padre Leonardo... ahora a Fátima
Yo ya lo sabía. Leonardo Castillo no descansa. No sabe lo que es hacer un sueñecito tranquilo, aunque fuera sobre laureles. No, no se duerme sobre ellos. Han pasado sólo unos meses, cuando se estrenaba el verano, y su ejército de Costaleros para un Cristo Vivo, y él al frente, regresaban de Lourdes con el alma henchida de gozo y el corazón rebosante de felicidad; la felicidad de la entrega, de darse, de dar y dar alegrías a los que más las necesitan... y con los brazos cansados de tanto ayudar y compartir. Regresaba, en nueve autocares, la decimoctova «Peregrinación a Lourdes con enfermos», que había presidido monseñor Amigo. Pues ya vuelve. Cuando acaba de empezar el otoño, este cura que no sabe de estaciones astronómicas, exuberante como la primavera, ya está organizando la segunda «Peregrinación a Fátima con enfermos». Tendrá lugar los primeros días de noviembre y, según me decían en Viajes Távora, las reservas e inscripciones son yo muy importantes en estas fechas. También irán muchos autocares.
Qué bonita es la labor de estos costaleros. Costaleros para un Cristo Vivo, que saben ver en el enfermo, en el que sufre, un hermano, un auténtico Cristo viviente. El padre Leonardo se las ha ingeniado para formar un estupendo equipo. Su segundo es Carlos Coloma, un curilla con muy poco cuerpo para albergar un alma tan grande, que ya va despuntando -y mucho- en los entrenamientos. Hay que recoger el «testigo» con precisión, y dentro de zona, para que el relevo sea perfecto, como en las Olimpíadas. Y Carlos lo va haciendo con un estilo... Claro, que con Leonardo en plena forma, aún le queda mucho banquillo. Paciencia, Carlos. Ahora, a Fátima. Y yo lo sé: Leonardo Castillo no puede, no quiere descansar.
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