Mayores

Abres la prensa, enciendes la radio o la televisión y, aunque no lo dices, las noticias te acercan a los comentarios que a veces oyes en gente de tu edad y tu cercanía: «Lo que pasa hoy no pasaba antes…» Naturalmente. Ayer pasaba lo que pasaba y hoy pasa lo que pasa. Los tiempos son los tiempos y cada tiempo tiene sus características. Porque, claro, si me dices que hay muchos más accidentes de tráfico que ayer, te digo que hay mil veces más vehículos que entonces, y más veloces. ¿Están locos los chavales que se juegan la vida a la ruleta rusa de la velocidad, el alcohol, las drogas, la noche y la inconsciencia? Es posible, pero han crecido en un mundo donde todo eso estaba ya instalado, y copian del natural —del peor natural, es cierto—, como antes los chavales copiaban del natural de jugar a las cartas, beber vino en las tabernas y desertar de la escuela. La delincuencia, sí, es verdad. En eso, en la pérdida de autoridad, llevas razón, que a ver quién se explica que le peguen a un maestro, a un médico, a un agente uniformado, o que los amenacen diciéndoles me he quedado con tu cara y te voy a matar en cuanto salga de la cárcel. Llevas razón, pero la llevas si lo hablas entre gente de tu edad, que como haya jóvenes discrepantes, que es lo más seguro, te dirán que tienes resabios de la dictadura y que la delincuencia ha existido siempre y que lo bueno es haber acabado con la tortura que había en cuartelillos y comisarías. Podrás preguntar si entonces había este vergonzoso chuleo de narcotraficantes que, a la luz del día y ante la mirada de todos, manejan fardos de droga como si fueran un banco de alimentos. Y te dirán lo más gordo: que entonces había lo mismo, pero que la prensa estaba amordazada por la dictadura y no podía contarlo. Y así, podrás discutir —y perder— sobre vergüenza política, malos tratos, chulerías de gamberros y chorizos que le amargan la vida a un vecindario o de gentuza que todo lo resuelve con navajas y golpes mortales. Te lo dije un día: te estás haciendo mayor.