Tribuna Abierta
Las operaciones ‘bajo bandera falsa’
En el eje Rusia-Ucrania no es desechable, es casi seguro, que se produzcan operaciones militares bajo bandera falsa por parte de Rusia, a efectos de poder justificar la invasión de Ucrania
![Manuel M. Gómez del Castillo: Las operaciones ‘bajo bandera falsa’](https://s3.abcstatics.com/abc/sevilla/media/opinion/2022/01/24/s/tribuna-lunes-kx0G--1248x698@abc.jpg)
LA Historia militar nos enseña y demuestra que, en todas las situaciones prebélicas, los potenciales beligerantes utilizan, dentro de su estrategia, tácticas múltiples y diversas para justificar sus acciones bélicas de primer ataque. En dicho axioma doctrinal se encuadran las denominadas operaciones militares bajo bandera ... falsa (en el lenguaje coloquial «operaciones de autolesión» u «operaciones de autoataque», achacables o imputables al enemigo).
Esa misma Historia está cuajada de incógnitas sobre este tema. Desde el Desastre de Annual en 1921 (en lo que toca a nuestra siempre querida España) hasta el Desastre de Pearl Harbor en 1941 (en lo que concierne a Estados Unidos), las teorías sobre el rol de los servicios de inteligencia (a veces, «los servicios de torpeza») respecto a la facilitación de los «ataques sorpresas» del enemigo como modalidad sofisticada de las operaciones de autolesión o autoataque, están, como decimos, cuajadas de incógnitas. Incógnitas sobre incógnitas que, quizás, nunca serán desveladas y conocidas.
Un caso paradigmático, muy conocido, es el que proporcionó a Estados Unidos el motivo para la declaración de la guerra a España al socaire de las Guerras de la Independencia de Cuba, Filipinas y Puerto Rico (1895-1898) tras el Grito de Baire: el 15 de febrero de 1898, en el puerto de La Habana, se produjeron las «explosiones saboteadoras» y el consiguiente hundimiento del obsoleto acorazado USS Maine, que Estados Unidos achacó a España para justificar su declaración de una guerra de la que, finalmente, sacaron el jugoso botín de la ocupación y usufructo de nuestras tres últimas colonias (en aquel entonces mas españolas que nunca) en América. El ¡Remember the Maine, to Hel with Spain! [¡Recordad el Maine, al infierno con España!] aún resuena en los oídos españoles, aunque nuestra amistad actual (que deseamos perdure) haya aminorado o difuminado las heridas y las llagas del dolorido resultado de la desigual batalla de Santiago de Cuba el 3 de julio de 1898, en la que la Flota española, al mando del Almirante Cervera, «perdió los barcos pero no perdió la honra» (parafraseando a Méndez Núñez en 1866).
Actualmente, a día de hoy, los dos focos de mayor importancia, en lo referente a posibles conflictos bélicos, están situados en los ejes China-Taiwan y Rusia-Ucrania (marginando ahora las tensiones acaecidas en la frontera entre Polonia y Bielorrusia).
En el eje Rusia-Ucrania (en el que están involucrados/interesados los Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN) no es desechable, es casi seguro, que se produzcan operaciones militares bajo bandera falsa por parte de Rusia, a efectos de poder justificar la invasión de Ucrania.
Las consecuencias de «todo este manejo» son impredecibles.
Pero resulta, cuando menos, «triste» que Rusia, parte integrante fundamental —quiérase o no— de la Europa civilizadora del mundo, siga restando y no sumando sus energías morales a la Gran Europa que, antes o después, será, porque ya lo ha sido, el faro de la supervivencia de la Humanidad. Un faro que necesita, evidentemente, una limpieza a gran escala y profundidad de todas las corrupciones habidas y subsistentes. Pero un faro que exigimos —que exige el pueblo— que no se apague.
España se ha de aprestar a lo que se le avecina en este tema. La frivolidad de los acuerdos de alguno de nuestros países vecinos, que negocian tanto con «los de aquí» como con «los de allí», buscando siempre ser considerado la mitad de una de las tres «llaves» del Mar Mediterráneo (el Estrecho de Gibraltar), excluyéndonos, en términos geopolíticos, de ello, unido a las incomprensibles actuaciones de nuestra diplomacia, condicionada y lastrada —hay que reconocerlo— por las insuficiencias energéticas que padecemos (sobre todo por la empedernida marginación de las centrales nucleares), nos puede, pero no nos debe, conducir a dejar de ser un aliado prioritario de los Estados Unidos, a pesar de que sus preferencias parece que han cambiado. La posición diplomática de Alemania ha de ser un punto de referencia.
Como siempre, Su Majestad El Rey (Q.D.G.), en la reciente recepción al Cuerpo Diplomático acreditado en España, ha asentado la sensatez y la prudencia que, en estos momentos, resultan precisas.
Pero cuando la geopolítica está en manos de imprudentes e insensatos, todo es impredecible y, por lo tanto, factible. Mayor claridad no nos es posible. Ya lo quisiéramos.
Manuel M. Gómez del Castillo y Gómez es catedrático de Derecho Procesal
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