E-mail desde Nueva York
No te he escrito antes porque hasta hoy no me han dejado volver a casa, y la Facultad también estaba cerrada. No, no temas, la catástrofe me pilló relativamente lejos, cerca de Central Park, y mi casa no ha sufrido daños, está a una distancia relativa del Punto Cero. Sólo mucho polvo, eso sí, creo que esta ciudad tardará años en volver a estar limpia. En cierto modo nunca lo va a estar ya; ha sido como si perdiera una especie de virginidad moral, la sensación de sentirse superior e invencible. En ese sentido, los terroristas han hecho bien su trabajo».
«Es curioso, pero en este país el terrorismo tiene un efecto enorme porque existe una terrible fragilidad moral. Están todos tan pendientes del equilibrio psicológico, tan guardados como entre algodones, tan volcados en la preservación contra los traumas cotidianos, que una tragedia de esta clase los deja completamente inermes. ¿Sabes? Apenas hay heridos, en los hospitales están las emergencias casi cruzadas de brazos, pero los que están a tope son los psiquiatras. A la hermana de mi novia, que es americana y trabajaba en el WTC, pero en un piso bajo, de los que les dio tiempo a salir corriendo, lo primero que le ha ofrecido su empresa es asistencia psicológica. Y anteayer se asombraba de que yo me mantuviera más o menos incólume, entero; no le podía hacer comprender que el terrorismo es para nosotros una parte del paisaje social cotidiano».
«Ten en cuenta una cosa: entre nosotros, el terrorismo mata de uno en uno, más o menos, y se produce una convulsión sociológica con cada muerto. Aquí hay todos los días varias muertes violentas, y los tiros en la nuca, los ajustes de cuentas, son cosa de la Mafia o de las mil formas de violencia diaria que hay en la ciudad. El terrorismo, entonces, para tener impacto, ha de resultar masivo, brutal, salvajemente indiscriminado: la bomba de Oklahoma o la catástrofe del martes. Y eso les hace sentirse a todos extremadamente vulnerables, desamparados».
«Por lo demás, tendrías que ver esto ahora. Tú me has dicho siempre que Nueva York te parecía una ciudad muy a la medida de las personas, por encima de su histeria y de su frenesí. Pues ahora es cuando de verdad lo parece, cuando puedes ir en bicicleta por las avenidas, o pasear a pie por el asfalto de Brodway o de la Quinta. Lo que pasa es que, en vez del humo de las alcantarillas, ése que tanto te gusta porque te parece tan cinematográfico, está todo Manhattan envuelto por esa maldita nube de polvo sulfuroso que va a aumentar la curva de cánceres a medio plazo, no lo dudes».
«Te voy a decir una cosa que te gustará: la mañana del miércoles, después del atentado, pasé por Central Park y mientras veía las ambulancias a toda pastilla entrando y saliendo del hospital del Monte Sinaí, busqué las ardillas del parque, acordándome de Carlos Cano. Habían desaparecido todas. Pero esta mañana las volví a ver, bajo la lluvia, asomando los hocicos entre los árboles, y me pareció casi como la palomita con la rama del olivo después del Diluvio. También me acordé de ti cuando salía el alcalde Giuliani: es uno de los tipos que te gustarían, con temple, arrojo y liderazgo. Mientras Bush estaba escondido en no se sabe dónde, él ya andaba pisando los escombros con una gorra de béisbol. Lo hemos hablado muchas veces: los grandes momentos necesitan grandes hombres, ¿no? Lástima de presidente: va a compensar a bombazos el papelón de los momentos de pánico».
«En fin, cuando pase un poco todo esto tendrías que venir, aunque sólo fuera para ver la ciudad sin las Torres Gemelas. Fíjate lo que te digo: aquí hay un clima de patriotismo capaz de volverlas a levantar, y más bien pronto que tarde. Aunque no sé yo si esto va a cuestionar la moda de los rascacielos. Qúé frivolidad, con la que está cayendo. Me voy a dar una vuelta: necesito ver la calle estos días, está la gente tan humana, tan próxima, tan solidaria... y tan asustada. Si quieres, quita los datos personales y usa esta carta como quieras. Me da que lo vas a hacer, de todos modos... Un fuerte abrazo».
Por la transcripción
icamacho@abc.es
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete