TRIBUNA ABIERTA
Jesús Beades (Liricatura)
Este niño del Plantinar trae ahora un nuevo libro asomando por el bolsillo de la chupa de cuero. Se trata de ‘Resumiendo’, una antología de veinte años de poesía
![Lutgardo García Díaz: Jesús Beades (Liricatura)](https://s3.abcstatics.com/abc/sevilla/media/opinion/2021/12/02/s/jesus-beades-guitarra-kBJF--1248x698@abc.jpg)
Tiene toda la cara de un rockero que siempre acaba de llegar, algo ojeroso, de un festival donde ha rulado mucha música y mucha yerba aromática. Donde ha entrado en éxtasis, sobre el escenario, cantando un poemazo de Chesterton que él mismo ha musicado con ... aires de Pink Floyd o BB King. Cuando se sabe retratado, posa con gesto serio que quiere dilucidar una sonrisa y arquea las cejas con cierta sensualidad de boxeador, de tipo duro. Charla mucho y va de un tema en otro con voz de documental y un hermoso deje de barrio sevillano que no fuerza y que a veces se adorna dulcemente con alguna expresión cheli. Todos dicen que tiene cosas de niño loco, de niño urbanamente raro y superdotado que ahora se pierde por la Sierra de Huelva con sus libros, su perro y sus niños y escribe sesudos artículos sobre Pla o poemas tan bien cortados que parecen milagros. Alguien me dijo de él que era un chiflado y un genio. Sabe barrer las calles y lo ha hecho con la misma ternura que toma la guitarra o canta un temita de Hilario Camacho. Y así es este niño de Altair que rompió en poeta cuando leyó aquello de que «siempre la claridad viene del cielo». Allí empezó una pandilla de chicos poetas que se reunía para recorrer en sueños los mapas de los libros de Tolkien y fumar a coro humo de tabaco verde en la pipa de CS Lewis. Un grupo a los que les unía la admiración a unos maestros vivos como José Julio Cabanillas o Martínez Mesanza y también les unía el sentir tanta afición a las cofradías sevillanas -nadie es perfecto- como si fuesen de un pueblo de las afueras de Bilbao. Muchos de estos poetas, Jesús mismo, fueron triunfando en el Adonàis y luego han hecho ya su camino en la poesía. Beades les escribió aquello de Yo así quisiera estar, cerca de todo,/…/ con mis amigos, ellos, los mejores / los de túnica blanca y tan hermosos / como el sol de la dicha y la cerveza. Con un estilo claro —de los que se entienden, dicen algunos—, parte de la experiencia de la vida corriente para alzar las alas de la realidad en unos poemas donde se respira azul de trascendencia. Poeta que va del suelo al cielo y que moja el bolígrafo en las aguas de lo fantástico para dejarte tiritando como ocurre en Petición de mano: Dame la mano, niña, / y entremos en el Bosque de las Hadas / donde todo tendrá su consecuencia./ Aleluya al buen Dios de las cosas reales, / más duras y cortantes que el acero, /más frías que la aurora, y aún más bellas. Desde muy pronto se convirtió en el niño de oro de los santones de la poesía y ahí están, bien recortadas, un buen puñado de reseñas en suplementos culturales de lujo. Miguel D’Ors, desde las brumas de sus inviernos gallegos, lo ha bendecido haciéndole una cruz con virutas de taller sobre la frente. No es mala bendición esa. José María Jurado ha escrito que «pocos poetas se parecen más a sus poemas» que este Beades que anda «imbuido de un júbilo chestertoniano de realidad». Un crítico tan afilado como García Martín, de esos que con dos líneas son capaces de levantarle los pies del suelo a cualquier gigante, ha dicho de él que «es difícil leerle y no sentir que hemos encontrado un amigo para los momentos buenos y para los momentos malos». Lo conozco poco, pero siento lo mismo. Es un hombre de contrastes: Rockero y padre de familia numerosa, explorador de tabernas en el Juncal y poeta lírico, funcionario intachable y actor cómico de noche, profundo y divertido, bohemio y piadoso. Políticamente también sorprende pues te coge las vueltas y las revueltas y tira con su camiseta negra por la banda derecha que da gusto. Tiene en su mochila anécdotas increíbles que cuenta con el mismo desparpajo y gracia que vierte en su poesía, como aquella en que cedió la novia a Aquilino Duque para que diera una lección de cómo se baila el tango en una noche que acabó entre José Antonio y Joaquín Sabina. Ahora es ya un tipo formal, madruga y ejerce el magisterio en la asignatura de música mientras le arden en el bolsillo los mensajes de whatsapp pidiéndole que vaya con su banda a tocar a una boda o a un festival. Este niño del Plantinar trae ahora un nuevo libro asomando por el bolsillo de la chupa de cuero. Se trata de ‘Resumiendo’, una antología de veinte años de poesía que ha salido en la cuidada colección de poesía de Númenor. Un libro que viene después de Tibidabo 10, donde aquel niño loco, aquel genio de barra y biblioteca, se mira en el espejo contemplando a su padre y dijo aquello tan hermoso de: «Escribo estos renglones por si un día mis hijos / miran mi foto y dicen: papá, qué pensaría. / En la foto estaré también con los amigos, / tocando la guitarra, bajo la noche fría». Cántanos otra, Jesús.
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