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Largo me lo fiais

Napoleón, que otra cosa no, pero resolutivo era un rato largo, dejó dicho: «Si quieres que un problema se solucione, nombra a un general; si quieres que se eternice, nombra a una comisión.» Bueno, pues no una, sino catorce comisiones va a nombrar este pedazo de Ayuntamiento que padecemos para que estudien, analicen, valoren, ponderen, midan, remidan,  tonteen y chivateen sobre el traslado de la Feria de Abril al Charco de la Pava. Y luego, cuando le hayamos dado quinientas mil vueltas al asunto y tengamos mil tochos ilegibles sobre la mesa, ya veremos qué decidimos y ya buscaremos si hay dinero por ahí para hacer algo y si no, pues le echamos la culpa al Gobierno, que para eso está la Confederación Hidrográfica de por medio, y aquí paz y después gloria. O sea, que vayan desde ya haciéndose el cuerpo: tendremos Feria en Los Remedios hasta que las ranas críen pelo.

No es que a uno cosas como ésta le quiten especialmente el sueño, pero el caso es que, cuando ya se van teniendo una edad y ciertos achaques, se hace bastante cuesta arriba lo de permanecer impasible ante semejantes pamplinas y no se sobrelleva bien esto de oír día tras día obtusas promesas que nunca se cumplen y compromisos y calendarios que siempre son falsos de toda falsedad, de modo que albergo todas las dudas del mundo, y todas ellas muy fundadas, no sólo de que la Feria se vaya a trasladar al Charco de la Pava, sino de que  pueda subir alguna vez a un Metro público  en condiciones que me traiga y me lleve; de que tengamos un PGOU fiable; de que pueda beber agua  de Melonares o de que  llegue a ver Tablada convertida en el mayor merendero de Europa al que, en todo caso, juro desde ya que nunca iré a merendar. También dudo, por añadidura, de que Sevilla tenga algún día un Ayuntamiento que funcione medianamente bien y que preste unos servicios de los que todos podamos sentirnos  medio satisfechos.

De fe en la clase política, y especialmente en esta clase de políticos, ando nada más que regular pero, desde luego, nadie hace nada por redimirme y volverme al redil de los creyentes, si es que a estas alturas va quedando algún creyente. Uno, por experiencia y por condena -llevo el estigma en el nombre- es de los que no se creen las cosas hasta que mete el dedo en la llaga y, qué quieren, son ya demasiados años sin encontrar una llaga en la que meter el dedo, de manera que pueden seguir lo que quieran jugando a los triles y practicando el sutil arte del tararí que te vi en el que todos se creen maestros que, desde luego, con un servidor, no van a contar.

Ah, y por lo que respecta a la Feria, si nombran catorce comisiones, como si se quieren montar cuatrocientas. Pero hombre, a ver si dejamos de intentar tomarle el pelo al personal que hay cosas que incluso llegan ya a ofender.

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