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TRIBUNA ABIERTA

Tomás Pavón o la belleza cósmica del cante

En la Barqueta se encontraría con las sombras presentidas del primo Gustavo Adolfo, ¿acaso no era Vargas su apellido y vivía como él en la Alameda?

ABC

José María Jurado

Marchaba cada día por la calle Calatrava donde vivía su hermana, La Niña de los Peines, rumbo a la Barqueta, a pescar barbos. Caminaba en silencio, tocado con una gorra blanca, en las manos la caña y la talega. Si se cruzaba con alguien conocido ... apenas esbozaba un gesto, jamás una palabra, porque el mismo destino que sellara los oídos perfectos de Beethoven había cercenado el arpa eólica de sus cuerdas vocales. No hablaba con nadie, ni por señas. ¿Cabe pensar una mayor tragedia que enmudecer cuando todas las estirpes del Indostán gitano cantaban a coro en su garganta? Su garganta, que apilaba un milhojas de melismas e innumerables estratos de duquelas. Su garganta, a la que se asomaban los ángeles de Rilke y que aún estremece a quien escucha los veintitrés cantes flamencos, apenas una hora en la vida de un hombre, que logró dejar impresos en surcos de pizarra.

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