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La conversión de Pablo

Pablo no se ha caído del caballo: se ha montado encima para quedarse

Francisco Robles

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Pablo de Tarso se cayó del caballo cuando fue consciente de la presencia de Dios. A eso se le llama conversión. No es un proceso donde se sopesan principios y axiomas, teoremas y ecuaciones, razonamientos teológicos y teleológicos que buscan el equilibrio entre el alfa ... y el omega. No. Es un instante que lo contiene todo, un momento concreto y universal al mismo tiempo que nos permite verlo todo de golpe. Es el aleph de Borges. Es el acorde, como llama Cernuda a esa fracción de tiempo liberado de los relojes que nos permite vernos integrados en el mundo. Al poeta de «La realidad y el deseo», esa visión le llegó en su juventud, cuando hacía el servicio militar en Sevilla. Y también iba, como Pablo de Tarso, a lomos de un caballo.

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