PÁSALO
En nombre de la cruz
Ver la cruz en el vertedero es simplemente una infamia
Cuando la política se convierte en religión, la fe se vuelve odio y el credo una herramienta de tortura. Diocleciano sembró Roma de cruces de cristianos torturados. Los parabolanos, fundamentalistas cristianos de Alejandría, segaron la vida de una filósofa y matemática excelente, como fue Hypatia, ... según nos ha contado Amenábar. Torquemada se olvidó de su sangre para mandar al tostadero a los que profesaran otra religión que no fuera la católica ortodoxa. Y en Cuba se cuenta que el indio taíno Hatuey, el primer liberador americano, cuando iba a ser quemado por los conquistadores le preguntaron si quería ir al cielo. El líder rebelde contestó: ¿Y en el cielo hay españoles? Pues si los hay prefiero ir al infierno donde no me encontraré con gente tan cruel. La religión deja de serlo cuando se convierte en una herramienta política. Porque le nacen hijos con rencores diabólicos. El nazi Alfred Rosenberg odiaba a los cristianos porque entendía que eran hermanos de los judíos y merecían, igualmente, llevar una cruz amarilla como brazalete. La Rusia de Stalin practicó crímenes masivos contra la humanidad asesinando a millones de cristianos y destruyendo iglesias, mezquitas y templos budistas. La historia de la infamia es imposible de digerir sin una aguda punzada de conciencia.
Hace unos días, la política, retorciendo la mano a la religión, ha escrito otra de sus páginas más deleznables. Una alcaldesa comunista hizo desaparecer de la entrada del convento de las Descalzas de Aguilar de la Frontera una cruz a base de fricción radial. En su día, estuvo dedicada a los caídos del bando franquista en la guerra civil. Pero se convirtió en simple símbolo cristiano cuando le fue retirada su connotación guerracivilista. Ya no era una cruz de los caídos. Era una cruz a la puerta de un convento sin más connotaciones que las de ser símbolo cristiano. La Junta de Andalucía le ha dado el visto bueno a su retirada. Viendo el destino final de la cruz algún ramalazo de culpa emocional ocultará, pese a su tosca factura. En las filas comunistas han militado curas obreros, lideres católicos y bases creyentes. E incluso La Pasionaria comulgó antes de morir. Una vez más, la memoria histérica elige el camino más corto para ofender, faltar y manchar el símbolo que muchos de sus compañeros llevan colgados al cuello, entre la camisa y el corazón.
Ver la cruz en el vertedero es simplemente una infamia. Un ataque a las creencias de muchos cristianos que en absoluto se merecen. Alimentado por odios seculares y deformaciones sectarias de la autoproclamada izquierda progresista, la cruz de los cristianos es tan respetable como la hoz y el martillo que bajo su carga ideológica los reúne. Los símbolos, si no media el odio, se respetan. Si no quieres caer en el talibanismo más execrable. Tan lesivos para la concordia como los que volaron los budas gigantes de Bamiyán. La señora alcaldesa de Aguilar de la Frontera acaba de entrar no en la historia, sino en las dudosas páginas de los que son felices haciendo listas negras. Ese casposo anticlericalismo es una afrenta a la libertad de credo y a la religión de muchos de sus vecinos. Que, por otra parte, aún deben de estar preguntándose cómo es que las autoridades religiosas andan tan calladas y escondidas, quizás persignándose medrosamente. Dios quiera que esta señora, antes de morir, no acabe como La Pasionaria, besando la cruz que le ofreció el padre Llanos…
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