Pásalo
J. H. Elliott
Uno de los grandes regalos que me dio la Expo fue tratar al gran hispanista

Uno de los problemas de la historiografía española es el desprecio profesional del estilo literario, como si escribir con la música adecuada y el encanto narrativo pertinente le estuviesen terminantemente prohibido. Marcados por esta normativa inflexible, nos encontramos con textos poderosamente intelectuales, pero de insufrible ... y espartana lectura. Recordaba esta anomalía tan española en la muerte del gran hispanista inglés J. H. Elliott quien, por ejemplo, en un texto de cerca de setecientas páginas dedicadas a investigar, profundizar, descubrir y presentar la vida, obra y psicología del Conde Duque de Olivares, lo hace sin olvidar jamás el rigor científico. Pero tampoco espanta en momento alguno un delicioso estilo literario que hace apto para casi todos los públicos un trabajo eminentemente científico. Yo me atrevería a sostener que nuestros historiadores investigan igual de bien que los europeos. Pero muy pocos escogidos redactan sus trabajos de manera tan atractiva para el lector que los ingleses, por ejemplo.
Conocí a Elliott en uno de los grandes regalos que me proporcionó la Expo como periodista. Otros fueron el trato cercano y afable con las chicas del pabellón de Brasil. Y el inolvidable encuentro con García Márquez. En aquel tropezón afortunado con el gran hispanista inglés, sin mayores remilgos, me concedió una entrevista para Diario 16, donde por entonces garabateaba una página diaria, para hablar de España, América y la leyenda negra. Elliott ha sido uno de los grandes paladines europeos que ha tenido España en su lucha desigual con los contrabandistas de ideas prejuiciosas y aliadas de la hispanofobia. Las mismas que ahora, tras el revisionismo de los campus progres de las universidades yanquis, vuelven a explosionar como hongos alucinógenos para escribir historias paralelas intoxicadas por el presentismo.
Elliott pasó muchas horas en el Archivo de Indias e invirtió con gusto otras tantas en divulgar su conocimiento en conferencias en la Hispalense. Uno de nuestros americanistas más sobresalientes, Pablo Emilio Pérez Mallaina, lo abordó tras una de estas conferencias para regalarle la versión inglesa de su maravillosa obra ‘Los hombres del Océano’, uno de esos libros donde la ciencia y la literatura se hacen colegas para proporcionarle al lector el placer impagable del saber y el sentir. Elliott le agradeció el gesto para sorprenderlo diciéndole que ya lo tenía y, además, escrito en español, que es como le gustaba leer a los americanistas españoles. Por cierto, este libro, ha sido reeditado cuidadosa y atractivamente por la Diputación Provincial, que será presentado al respetable por Ramón Serrera tras la Semana Santa. La obra de Elliott es ciencia y literatura. Y también una sincera declaración de amor a España que, algunos, quieren ver en esa ecuménica pertenencia al orbe católico que alguna vez compartieron Inglaterra y España. Me quedo sin líneas para contarles lo que el Duque de Olivares le montó, años antes que Versalles, a Felipe IV en el Retiro, para quitarse de encima al rey planeta y entretenerlo con cacerías de ciervos, naumaquias y desenfadadas damas a punto de nieve. Mejor así. Porque todo eso y muchísimo más lo cuenta divinamente Elliott en sus libros.
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