Quemar los días
Saber andar
En la manera de caminar de la gente reconozco atributos de carácter que me ayudan a formarme una opinión
![Daniel Ruiz: Saber andar](https://s3.abcstatics.com/abc/sevilla/media/opinion/2022/02/27/s/daniel-ruiz-opinion-kK6E-U65848442244cUJ-1248x698@abc.jpg)
Quizá porque nací con pies planos —insuficiente arco plantar, lo llaman ahora—, y padecí durante toda la infancia el estigma de unas horrendas botas ortopédicas, que jamás normalizaron del todo mi pisada, siempre he sentido mucho interés por la forma de caminar de la gente. ... Es algo en lo que me fijo de inmediato cuando conozco a alguien: en la manera de andar creo reconocer aspectos del carácter que me ayudan a formarme una opinión sobre esas personas. Infaliblemente, los individuos de caminar acelerado suelen ser nerviosos, algo explosivos, impredecibles. Los que lo hacen lentamente, por el contrario, tienden a ser pachones, con poca sangre. Pero están también los que arrastran los pies, los que los meten hacia dentro o los patizambos (mis preferidos). Y hay muchos que nunca aprenderán a andar.
Como esto vale para todo, con los políticos también me pasa. Pedro Sánchez, por ejemplo, es un político que camina con la conciencia de sentirse siempre grabado. Su estudiado garbo, la forma de mover todo el cuerpo cuando camina, evidencian que es un tipo con la autoestima por las nubes, que se quiere todo el tiempo. Provoca la simpatía que pudiera generar cualquier anuncio de perfume de una marquesina. El que más me gustaba caminando era Mariano Rajoy. Su forma precipitada de avanzar hacia un pie de micro cuando tocaba una comparecencia me parecía deliciosa; cuando salía a caminar rápido era simplemente un espectáculo. Rajoy sabe andar mejor que ninguno de los políticos que he conocido, porque no es desde luego una forma de caminar ortodoxa, pero su autenticidad resulta incuestionable.
El de peor caminar siempre me pareció Pablo Casado. Intentaba aparentar decisión, pero el resultado era un estropicio; como un niño vestido de marinerito en el día de su Primera Comunión al que aleccionan para avanzar correctamente hacia el altar. Al verlo caminar por el hemiciclo, o llegando al Congreso, siempre tenía la sensación de que era incapaz de regular sus zancadas. Algo estaba mal ahí, por más que sus asesores de imagen hubieran intentado meterlo en cintura.
Cuando pude colgar por fin las botas ortopédicas, era un adolescente. El arco plantar seguía siendo todavía insuficiente, pero el podólogo y mis padres me atosigaban para que intentara andar de forma adecuada. No había manera: metía los pies, me cargaba todos los botines con la mala pisada. A pesar de todo, aprendí a caminar.
Caminar es algo que requiere tiempo, esfuerzo, muchas horas de dedicación. Hay que haber andado muchísimo para desarrollar tu propio estilo, y sobre todo para acabar dándote cuenta de que la mejor manera de andar es la tuya, precisamente por eso, porque es tuya.
Podría afirmar que a Casado lo ha aniquilado la incapacidad de medir los tiempos o la deslealtad. Sé que suena ridículo, pero yo diría que lo que lo ha borrado del mapa es no haber llegado nunca a aprender a andar.
Noticias relacionadas
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete