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QUEMAR LOS DÍAS

Chelsea Hotel

Encontrarme con Tomás Balbontín al otro lado de la mesa en la sección de Local de ABC de Sevilla era algo parecido a palpar la esencia del periodismo

Daniel Ruiz

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Se sorprendió al verme con una camiseta de Leonard Cohen. «¿Pero ahora escucháis eso?», me preguntó con socarronería. «¡Si es de mi época!», añadió. Era un verano del noventa y pico, aquel verano inolvidable en el que ABC de Sevilla se cruzó para siempre en ... mi camino, junto a un grupo de compañeros becarios que se convirtieron desde entonces en grandes amigos. Quizá por esa alusión, siempre lo asocié con el cantante canadiense. Pero había bastantes más paralelismos: su tono de voz cavernoso, su imponente presencia, su aire de maldito. Después de años malgastando el tiempo y las pupilas en una carrera, la de Periodismo, sobrepoblada de profesores mediocres y sin alma, encontrarme con Tomás al otro lado de la mesa, en la sección de Local de ABC de Sevilla, era algo parecido a palpar por fin la esencia del oficio. Porque él, como su querido Antonio de la Torre, era Periodismo puro, sin florituras ni poses, sin aspavientos ni construcciones teóricas. Llenar cada día la página, y hacerlo con el enfoque adecuado, sin cortarse un pelo en repartir estopa cuando tocaba, en eso consistía la profesión.

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