Dani, tanta picardía como ingenuidad
Corre de principio a fin, inquieta a toda la defensa contraria, saca de quicio a jugadores hechos y derechos, sorprende por su punta de velocidad y asombra por su desparpajo, pero esa picardía que muestra en la yerba, -el fútbol, dicen, es cosa de listos-, es tan solo comparable a la ingenuidad que delatan sus veinte años cuando, a la hora de hacer declaraciones públicas, muestra su candidez descubriendo recursos -«yo no puedo saltar con los defensas y uso mis armas, aunque no gusten», decía el otro día en estas páginas- que pueden perjudicarle más que beneficiarle, tanto con los árbitros como con los públicos fuera de Heliópolis.
Tiene el chaval, y se le nota desde lejos, las ansias propias del que ha conseguido subirse al tren casi en la primera estación y está dispuesto a terminar el viaje sin bajarse. Ya sabe lo que es hacer goles en Primera como los había hecho anteriormente en todas los escalafones por donde pasó y sabe, además, ahí su picante, hacer el juego que le interesa, de la misma forma que no debe interesarle que lo sepa su rival.
Lo que sí está claro es que, baqueteándose en la división de los grandes con esas edades de quinta del yogur que está floreciendo en el fútbol español -ya era hora que los entrenadores le echaran valentía a las alineaciones- el futuro puede ser maravilloso a medida que vaya consolidando su progresión y picardeándose fuera de la yerba como ya hace dentro.
Pero le conviene por el momento, al menos así lo pienso y lo escribo, pasar por cordero inocente al hablar y por mastín al jugar.
fdezdecordoba@abc.es
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