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¡Qué bonitas son las pretemporadas!

Cada época tiene su encanto en fútbol, aunque después se trueque, muchas veces, en desengaño, pero ésta de la pretemporada, posiblemente por ser la primera cuando hay «mono» en los aficionados, se lleva la palma porque es la de los nuevos fichajes que se sueñan, por ahora, sin pesadillas; la de las caras nuevas o viejas que siguen cuando podría temerse -en blanco la de Reyes; en albiverde la de Joaquín- que se fueran; los sistemas de trabajo, como en el caso del Betis que cambió al inquilino del banquillo; los paradisíacos escenarios que se buscan para que los profesionales no puedan tener queja alguna; y, sobre todas las maravillas, que todavía están lejos los partidos de competición, los bolos no cuentan nada y los trofeos tampoco se tienen como definitivo, aunque a nadie amargue un dulce, está ese no depender del resultado, el agobio del domingo para los peloteros o técnicos y el no menor ahogo de los aficionados que viven el resultado, otra cosa es el juego, que hace tiempo que dejó de ser lo más importante para darle preponderancia al marcador, como si en él le fuese la vida.

Ahora mismo, todo el mundo es bueno, todo el mundo llegará sobrado a la competición, todo el mundo está encantado con los que están, los que puedan venir y hasta con los que ni están ni se les esperan, haciéndose cábalas para la alineación ideal, lo que hay por cada puesto y esas «palizas» que dicen los jugadores que se llevan que hasta suelen decir que se pegan madrugones cuando se les cita a las nueve de la mañana.

Ya mismo llegará lo serio.

fdezdecordoba@abc.es

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