Tribuna abierta
Dignidad
¿Qué acento, de los varios que se oyen en Andalucía, debe o puede ser reivindicado en esa campaña institucional que se ha de poner en marcha si la PNL sale adelante?

Unidas Podemos ha registrado en el Congreso una Proposición No de Ley (PNL) para acabar con la «discriminación» que sufren los «acentos del sur» (Extremadura, Andalucía, Murcia y Canarias), por «no ajustarse al estándar».
Se entienda lo que se entienda por acento, no está de ... más recordar que en tales regiones se habla español. Así se evita incurrir en cualquier improcedente comparación con las muy diversas situaciones de las lenguas calificadas de ‘minoritarias’ o ‘regionales’, de las que hay miles en el mundo (más de 60 en Europa). Que muchas de estas se encuentren en vías de extinción (según algunos cálculos, muere una cada 14 días), no lo va a impedir que distintas asociaciones se empeñen en salvar el livonio en Letonia o el efdaliano en Suecia, ni siquiera que el Estado legisle en Perú para proteger la diversidad idiomática, que el gobernador de Bretaña clame al cielo porque el Consejo Constitucional francés haya tumbado una ley en favor del bretón, etc. La sustitución de un idioma por otro se produce porque la nueva tiene más ventajas y aporta más beneficios. Así de sencillo.
Los motivos de la PNL no pueden ser más loables: garantizar la igualdad e impedir la discriminación. A comienzos del presente siglo, J. C. Moreno Cabrera (Catedrático de la UAM, casi el único nombre propio que cita) publicó una obra en cuyo título aparecen ambos términos: ‘La dignidad e igualdad de las lenguas. Crítica de la discriminación lingüística’. Como se ve, anticipada y coordinada al primero figura la palabra dignidad. El punto de partida, resumido en la contraportada («no hay lenguas más simples o más complejas, más ricas o más pobres, más o menos cultas, más o menos útiles para la comunicación»), no hace innecesario adentrarse en un texto que supera las 300 páginas.
Nada que oponer al rechazo de la glotofobia o hablismo (accentism). Toda discriminación está asociada a trato desigual y actitudes excluyentes. Se nos invita a los meridionales (a los andaluces, en particular) a sacar pecho y sacudirnos cualquier complejo ocasionado por una ‘ideología lingüística centralista’. No hay camino más corto —se piensa— que reponer a los despreciados o menospreciados las dosis de dignidad y de orgullo arrebatadas. Ahora bien, la primera no pertenece a las lenguas ni a sus variedades, sino que se vincula al mérito (lingüístico o de cualquier tipo) de sus usuarios, de ahí que en la indignidad la balanza se incline hacia lo reprobable. Y ha acabado sobreponiéndose el segundo, que se ha ido anclando al exceso de estimación de lo propio, y así lo revela su uso frecuente como sinónimo de arrogancia, incluso de vanidad, pecado capital sólo disimulable—según el Diccionario académico— si «emana de causas nobles y virtuosas».
Y aquí van mis dudas ¿Cómo explicar el «rechazo de los modos de hablar que no se ajustan» a un avasallador estándar del que previamente se dice que «no existe»? Y en todo caso ¿cómo medir la distancia separadora y el «sentimiento de inferioridad»? Por otro lado ¿se puede plasmar en la práctica de modo eficaz «la exaltación orgullosa del acento andaluz»? Porque ¿qué acento, de los varios que se oyen en Andalucía, debe o puede ser reivindicado en esa campaña institucional que se ha de poner en marcha si la PNL sale adelante?
No, no todas las lenguas son iguales. Y si, en el seno de una de ellas, una variedad no goza de igual prestigio ni todos sus usos resultan igualmente apropiados para los diversos actos comunicativos, la recuperación no se conseguirá a través del alojamiento del supuesto estándar, sino dentro del ámbito hispánico. El argumento más potente que suele aducirse se refiere a la pérdida de la cultura del grupo que se sirve de la modalidad discriminada o menospreciada. Pero el lenguaje no es un producto cultural más, sino que es el instrumento cognitivo que permite crearlos todos. Y la cultura andaluza se ha configurado por medio del mismo idioma del que se sirven los que atropellan las formas de hablar de la región.
No acabo de ver tampoco la viabilidad del segundo objetivo de la propuesta de Podemos: «tomar las medidas necesarias para garantizar la igualdad real y efectiva». A mí no se me ocurre ninguna, y menos, que pueda imponerse obligatoriamente. A no ser la que todos conocen, y que no precisa de legislación alguna: divulgar lo que se sabe o va averiguando de las hablas andaluzas, acabar con las ideas prejuiciosas, estereotipos y tópicos infundados… Muchos lo venimos intentando desde hace tiempo, en mi caso, más de medio siglo. Y aunque no se consiga gran cosa, no hay que ceder a la tentación de arrojar la toalla.
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